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El diario del Oasis Norte de Mendoza

La Región

22 de septiembre de 2015

Fallo positivo

  •   Por Jorge Abalo
           

Después de todo, creo que el fallo fue positivo. Voy a tratar de explicarlo para que no suene absurdo.
Supongamos que a Luque lo condenaban a seis años de cárcel, pena máxima prevista para la privación ilegítima de libertad. Supongamos más, que lo condenaban a veinte años de cárcel, pena pedida por el abogado querellante por homicidio agravado; ¿qué hubiésemos sentido?
Las cien, ciento cincuenta personas que esperaban ansiosas en las escalinatas de Tribunales, ¿qué hubieran hecho frente a cualquiera de esos fallos?
Los que, justamente indignados, se sumaron por la tarde a la marcha que recorrió la ciudad pidiendo justicia, ¿a dónde hubiesen estado ya que la marcha no se habría realizado? ¿En sus casas, en su trabajo, en la universidad? ¿Cómo estarían? ¿Felices porque se hizo justicia?
El gobernador, ¿hubiese declarado algo? El fiscal, ¿tendría que haberse justificado? Los tres camaristas, ¿serían héroes populares?
¿Suena horrible todo esto no? Pero me pregunto: ¿por qué la conformidad si Soledad y Johana no están? ¿No era ése el objetivo? Luque en la cárcel, condenado no por convicción de los jueces sino por la presión social y mediática, ¿altera en un ápice la verdadera expectativa de justicia que es «aparición con vida de Soledad y Johana»?
Se me replicará: al menos alguien está pagando por no saber nada de las dos mujeres. Y yo repregunto: ¿es Luque únicamente el que tiene que pagar por no saber nada de ellas?
¿Cuándo nos desviaron de la hipótesis inicial que muchos sostuvimos – Soledad y Johana son víctimas de la trata – hasta casi convencernos que fue femicidio? ¿Qué ocurre si Luque es el eslabón débil de una red que cooptó a Soledad y, ante la impunidad del hecho, hizo lo mismo con Johana para someter a ambas a la prostitución? Se supone que la Justicia Federal, también por nuestro reclamo, está investigando esta posibilidad pero, ¿por qué no se sabe nada? ¿Se está encubriendo a alguien?
Los jueces intervinientes, el fiscal de instrucción, el gobernador, incluso el fiscal Nora, ¿serían exculpados de su inacción y de su incompetencia para encontrar con vida a Soledad y Johana, sólo por qué enviaron a la cárcel a quién, presuntamente, tuvo que ver con su desaparición y, tal vez, muerte? ¿Y lo serían aún cuando no están convencidos de que es él el culpable?
¿Qué sabe el gobernador de la causa Soledad? El fiscal Garay dice: «estoy seguro que el gobernador ni siquiera leyó el expediente». Yo también estoy seguro. Entonces, ¿por qué se enoja con estos jueces y estos fiscales? ¿Por este caso o por otros que tal vez conoce mejor? ¿O tal vez porque ha tenido un enfrentamiento permanente con la corporación judicial? ¿O quizás porque conviene cargar las tintas sobre la justicia para aliviar su propia mochila, llena de nada en relación a su apoyo en este caso? Si estaba tan preocupado por la «justicia» en la resolución de la situación, ¿por qué no dotó a la fiscalía de más y mejores elementos para la investigación, en vez de quejarse porque a los fiscales especiales se los nombra «a dedo» y no tienen que revalidar sus títulos periódicamente como sí lo deben hacer los políticos»?
¿Cuántas preguntas, no? Y podríamos seguir, pero me interesa más pensar en lo que vendrá.
Tal vez, sólo tal vez, esta bronca popular por el sabor a nada que dejó el fallo pueda direccionarse en el sentido correcto. Me refiero a apuntarla hacia los que deben hacer y no hacen, a los que debieron hacer y no hicieron. Y no solamente para castigarlos – aunque aclaro que esto para mí es fundamental – por el incumplimiento de sus deberes, sino para que empiecen a hacer las cosas bien; ellos o los que los secunden.
¿Para qué? Para lo que siempre quisimos: para saber qué pasó con Johana y Soledad, para que aparezcan con vida, único motivo de nuestra lucha y nuestros desvelos.
Nosotros no buscamos meter preso a un fiscal ni rebajar de su cargo a un juez como un fin en sí mismo. Queremos hacerlo porque no hicieron lo correcto para saber la verdad. Y porque eso sería todo un mensaje para el resto del Poder Judicial que actúa como ellos, y para los integrantes de los dos Poderes restantes que no cumplen las obligaciones que el pueblo les impuso con su voto.
Pero el objetivo final, el norte, la guía, no debe perderse de vista: aparición con vida de Johana, Soledad, Gisela; esclarecimiento, juicio y castigo a los culpables en todos los casos de violencia de género o de violencia institucional.
Hacia ahí apuntamos, no lo olvidemos. Entonces, quizás, el repudiado fallo del 8 de setiembre puede ser una bisagra para enfocarnos, mirarnos a los ojos y con la meta bien clara gritar: «¡la lucha continúa!»


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