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13 de diciembre de 2016

La carta de mi señorita

  •   Por El Despertador
           

¿Por qué tanta preocupación por mí y mi salud? ¿por qué tanta energía y tanto amor de conocidos y desconocidos?, se pregunta Silvia en el epílogo de una carta de agradecimiento en medio de la convalecencia por el problema sufrido. Y ella misma contesta: algo que tiene que ver con una bandera que yo alcé y seguiré alzando, pero que no es mi bandera, es nuestra bandera, la de muchas y muchos que persiguen el objetivo de una sociedad más justa, donde la mujer sea finalmente considerada en la plenitud de sus derechos.

Hoy, 5 de diciembre de 2016, me dieron el alta y ya estoy en mi casa. Por supuesto que ahora comienza un período de recuperación de mi salud, que seguramente no será fácil, pero la peor parte ya pasó. Durante estos últimos 24 días pasados en terapia intensiva e intermedia del Hospital Español de Mendoza, mi estado ha evolucionado de grave, o tal vez muy grave, a una actualidad donde no se puede cantar victoria, pero sí se puede empezar a reflexionar sobre lo ocurrido. He sabido por las personas más cercanas a mí que mucha gente se preocupó por mi salud. No me han dicho cuántos ni me han nombrado a todos, en resguardo de mi estado emocional, pero sí ya sé que fueron muchos y muchas. También sé que mi familia pidió que no fueran a visitarme porque me era imposible recibirlos, y porque tampoco se puede alterar el ritmo normal de un establecimiento que protege la salud de la población. En esta primera evaluación sobre lo ocurrido, lo que siento como prioritario es agradecer, y el temor de siempre es olvidar a alguno o alguna de los que estuvieron acompañando. En primer lugar quiero agradecer al personal de los Hospitales del Carmen y Españo l , principalmente de este último porque allí pasé 23 de estos 24 días. El equipo encabezado por el Dr. Ezequiel Petra, los Dres. Stefan, padre e hijo, todos los profesionales de terapia (entre ellos un párrafo especial a Eduardo Rodríguez Moreno, más un animador que un kinesiólogo), los enfermeros, el personal de limpieza y de seguridad, todos ellos hicieron lo imposible por verme recuperada y por hacerme sentir, dentro de la gravedad del cuadro, lo mejor posible. Aunque sé que al Dr. Petra no le gustan los reconocimientos individuales, ya que lo suyo es como siempre lo afirma un «trabajo de equipo», quiero sin embargo destacar la tranquilidad que siempre llevaron sus palabras y s u mo d o d e trasmitirlas a mi familia y a mí, en cuanto estuve en condiciones de escucharlas. También quiero mencionar, por recomendación de mi familia, al personal administrativo del Hospital Español, por facilitar los trámites imprescindibles que permitieron ejecutar todas las intervenciones médicas necesarias. Y entre todos ellos, una persona en especial, Leticia Lucero, quien siempre estuvo dispuesta a allanar el camino, insuflando parte de la energía esencial que mis allegados y yo necesitábamos para continuar la lucha. Asimismo quiero agradecer a la Obra Social de Empleados Públicos (O.S.E.P.) por el respaldo inmediato a las gestiones administrativas que debieron efectuarse. Supe también que los medios de ¿Por qué tanta preocupación por mí y mi salud? ¿por qué tanta energía y tanto amor de conocidos y desconocidos?, se pregunta Silvia en el epílogo de una carta de agradecimiento en medio de la convalecencia por el problema sufrido. Y ella misma contesta: algo que tiene que ver con una bandera que yo alcé y seguiré alzando, pero que no es mi bandera, es nuestra bandera, la de muchas y muchos que persiguen el objetivo de una sociedad más justa, donde la mujer sea finalmente considerada en la plenitud de sus derechos. El Despertador Locales Domingo 11 de diciembre de 2016 comunicación de Mendoza, los que siempre acompañaron las tantas batallas libradas durante los últimos años en pos de la reivindicación de los derechos de las mujeres, se hicieron eco del estado de mi salud, evitando el amarillismo y llevando un mensaje tranquilizador a quienes estaban interesados en conocer la evolución de mi dolencia. Para todos ellos tamb i é n mi agradecimiento sincero. A todos y todas los que se preocuparon de verdad, a quienes acompañaron con un mensaje, una oración, un silencio, una palabra; todos y todas los que, desde el lugar que cada uno ocupa, pusieron la energía que hizo falta para que yo pueda hoy estar escribiendo estas palabras. A mi familia, incondicional como siempre, apenas hace falta que los mencione. Ellos y ellas saben lo que siento y como valoro todo lo que hicieron. Gracias Negro Ayala por estar siempre ahí. Gracias amigos y amigas de Micaela por interceder ante quien fuera  necesario. Finalmente, en esta suerte de primera reflex ión me he preguntado varias veces: ¿por qué tanta preocupación por mí y mi salud? ¿por qué tanta energía y tanto amor de conocidos y desconocidos? No me cabe otra respuesta que implique un hecho que desborda a Silvia Minoli. Algo que tiene que ver con una bandera que yo alcé y seguiré alzando, pero que no es mi bandera, es nuestra bandera, la de muchas y muchos que persiguen el objetivo de una sociedad más justa, donde la mujer sea finalmente considerada en la plenitud de sus derechos. Y esto, hoy por hoy una utopía, necesita de todos y cada uno de nosotros y nosotras, y es por eso que cuando un soldado es herido los demás se empeñan en ayudarlo, apoyarlo y recuperarlo para la lucha que siempre continúa. Una vez más, gracias. Silvia Minoli


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