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20 de junio de 2018

Pequeñas anécdotas de la vida política en Lavalle

  •   Por El Despertador
           

Durante el 2017, el avispero político se movió lindo. Porque en la previa de las elecciones legislativas, se hacían todo tipo de diagnósticos y reservas de lo que vendría en el departamento, luego de las elecciones.

Aparentaba para que los pocos o muchos sectores en pugna dentro del oficialismo y oposición apretaran los dientes para prepararse para las internas del 2019.

¿Pero qué pasó?

La crisis del justicialismo mendocino y la derrota del peronismo lavallino en Mendoza, llevando candidatos del riñón mismo de Righi en particular fue tan estrepitosa que obligó a cambiar la estrategia, y lo que parecía un casi cantado retiro como intendente de Righi, terminó proyectando una nueva posibilidad de volver a presentarse para evitar fracturas y posibles fugas. Algunos avezados en política sostenían que el actual intendente lavallino no se presentaría a una nueva reelección, pero que debía dejar instalada con fuerza un año antes la posibilidad de presentarse, puesto que si se declaraba prescindente, los dos sectores en pugna dentro del oficialismo, hoy estarían «matando por el control municipal». Eso le daría a la prensa muchas notas, pero al justicialismo lo hundiría en una vorágine de un todos contra todos. Por eso, no llamó la atención que finalmente Righi tuviera que dejar en claro, que volvería a presentarse, dejando en la línea de partida a por lo menos tres candidatos, Gerardo Vaquer, Edgardo Gonzalez y Juan Jaime.

Es cierto que había plan B y se llamaba Gustavo Ortiz, un abogado que contaba con consensos a ambos lados del camino, y que podría haber sido un excelente candidato de unidad, pero al parecer, fue Ortiz el que no quiso saber nada con ese lugar de privilegio.

Así, las cosas se allanaron para el oficialismo en Lavalle y se complicaron en el costado radical, que pasó de ser un partido que hizo una excelente elección en la última contienda, a un partido completamente atomizado en el departamento, producto de la situación nacional y provincial y de algunos errores propios, lo que le hizo perder parte importante de su credibilidad. En ese sentido, aparece la idea de que al contrario que en el justicialismo, en el radicalismo nadie quisiera ser candidato en Lavalle.

¿Y el opoficialismo?

Al parecer Proyecto Lavalle está en veremos. En algunos sectores se nota que hay un poco más de ganas que en otros, pero evidentemente todavía hay rispideces al interior de ese bloque, que generan tensiones. Algunas de ellas, más relacionadas a lo que pasa en Mendoza y a los posicionamientos de algunos sectores a nivel provincial, más que a la cuestión departamental. Lo que no parece tener claro este sector, es el papel que desempeña el ex intendente Sebastián «Corcho» Brizuela, quien goza de cierto beneplácito al interior de ese espacio aún en formación, pero que no contaría con el aval bajo ningún punto de vista, de parte del actual gabinete, lo que representaría un camino espinoso para la unidad del oficialismo.

¿Y el FIT?

Es prematuro hablar demasiado sobre este espacio, que llega de la mano de la juventud, pero debilitado al Concejo Deliberante, producto del rompimiento del FIT con el MUL, ya tiempo atrás, situación que no ha podido recomponer. Recordemos que en su momento el MUL se convirtió en un espacio de militancia realmente fuerte.

¿Y el partido intransigente?

Se nota cada vez más, que el partido intransigente, salvo algunas excepciones fue una «bolsa de gatos», que se construyó con el objetivo de correr votos por izquierda que podrían haber ido al peronismo o al FIT. Hábil maniobra, que algunos atribuyeron al 4° piso de la casa de gobierno, pero que de a poco se va desgranando.

¿Y el fiscal que juega a la política?

No, no es el fiscal, es la fiscal. Sin embargo, eso es para hablar en otro artículo.


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