Despertador Online

El diario del Oasis Norte de Mendoza

De viaje por el mundo

16 de abril de 2020

Luis Eduardo Aute y el arte de combatir a los molinos de viento

  •   Por El Despertador
           

Hace unos días nos dejó un grande de la canción mundial y Mauro nos deja unas palabras sobre un artista al que muchos lavallinos que se extralimitan en la frontera de lo mundano y de lo trivial, se acercaron para resaltar a un autor que se siempre se resistió a salvarse solo.

Por Mauro Osorio

Luis Eduardo Aute nos ha dejado este abril que todos registraremos en nuestra autobiográfica línea de tiempo, como ese espacio que debimos transitar la vida, detrás de cualquier pared que fuera eficiente al primitivo impulso de defendernos del amenazante otro. Es que en medio de esta acechanza de un monstruo invisible del que sólo sabemos el tamaño, se ha apagado la llama señera de un gran artista, que antes que eso, fue un ser humano que combatió toda su vida, justamente el ruin plan de salvarse solo.

Nacido en Manila un 13 de septiembre de 1943, este español de eterno fin de siglo, siempre recordaría que de Filipinas, tenía el lejano recuerdo de una infancia feliz aunque a su alrededor sonaban las bombas que a su turno arrojaban japoneses y norteamericanos.

Curiosamente diría más tarde que no recordaba el sonido exacto de las explosiones pero sí invariablemente el olor del fuego. A día de hoy hay biografías disponibles con mayor o menor acierto que igualmente se recomienda consultar, pero a las que en este caso no nos apegaremos ya que no trataremos de decir quién fue sino qué fue. Llegado a Barcelona a los ocho años con sus padres que regresaban a España, pronto se trasladó a Madrid y allí empezó a frecuentar círculos que más que mostrarle el arte, pronto empezaron a requerir el suyo.

 

 

Muy influido por el expresionismo alemán comenzó a pintar febrilmente y a incursionar en la escultura. Con una ocho milímetros que le habían regalado sus padres tomó las primeras imágenes que serían germen de sus posteriores fructíferos pasos en el cine. Como una cuarta paralela asomaba la música empujada por el mismo impulso inicial de todo su arte: la poesía. Prontamente sus versos unidos a notas que se armonizaban en las líneas de un pentagrama que abarcaba entre sus espacios el universo que iba desde Dylan hasta Don Atahualpa, compondrían las primeras canciones que otros artistas difundirían. Siempre negado a las compañías discográficas, ya que a su entender organizaban una kermes para otros entre los que él mismo no se incluía, rechazaba ofertas para grabar y actuar en programas de tv. Según su autoconcepto se veía como pintor, escultor y cineasta. Sin embargo la poesía, que le llegaba en las letras de Brassens, Brel, Eluard y otros “malditos”, encontró junto a la armonía de los sonidos instrumentados, su manera de revelársele. Durante toda su vida continuaría pintando, esculpiendo y filmando, siempre con su toque personal de rebeldía al sistema y de su compromiso irrenunciable con la ética y la estética, pero fue con la música que llegó a mostrar masivamente la genialidad de su arte.

Una de sus primeras y eternas canciones “Al alba” fue tomada como himno nacional generacional luego del Proceso de Burgos, orquestado por los subalternos del tiranísimo Franco. Sus canciones en la voz de múltiples intérpretes masculinos y femeninos comenzaron a ser premiadas, lo que lo empujó, según sus palabras, a grabar discos y dar conciertos y entrevistas, a lo que se había negado fervientemente hasta entonces. A partir de allí es que empieza otra historia, de la que nos queda el tesoro invalorable de sus 37 discos.

Desde su protectora “Fuente del Berro”, su círculo familiar, nos comunicó este cuatro de abril, la triste novedad. A todos los que quisimos hablar con él, darle un abrazo, o simplemente decirle que latíamos con su latido, nos queda ese sentimiento de orfandad que es en definitiva el dolor de su pérdida. Pero aquellos que lo conocimos –y los que lo conocerán- por su arte, sabemos que a partir de entonces nos sentimos menos solos, menos incomprendidos, menos sumisos y jurándonos íntimamente que mantendremos el empeño de combatir molinos.

 


  • Comentarios

    Relacionadas