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El diario del Oasis Norte de Mendoza

De la quincena Social a El Despertador

De la quincena Social a El Despertador:

Desde el fondo de la historia de la humanidad la comunicación fue imprescindible para superar las distintas etapas de su proyección al futuro, superando las grandes dificultades que le presentaba la naturaleza. Al principio fue sólo el gesto y las señas corporales, hasta llegar a la palabra. Si damos un salto de miles y miles de años, llegamos al momento en que la palabra fue expresión de los conocimientos que iba incorporando la humanidad en su proceso civilizatorio, hasta que le fue igualmente necesario ir atesorando esos conocimiento de alguna forma. En un comienzo, fueron los signos y los trazos del dibujo, los que expresaban ya las ideas. Trazos y señas que encontraban en algunas superficies, como las piedras, la forma de resguardarlos y fijarlos para que no se perdieran. Esos trazos y esas señas se llamaron -y se llaman- jeroglíficos y petroglíficos, éstos así denominados por haber sido trazados en piedras,.

Después se escribió en papiros, ya cuando los jeroglíficos se van transformando en una estructura gráfica que después configurará la escritura con los signos que hoy en día conocemos y que pertenecen a una forma de expresión prácticamente universal. El papiro se transformó en papel y los signos se llevaron a la madera en forma separada, es decir móvil, con lo que nació la imprenta, que se debe, como se sabe, a Gutemberg. Lo que se escribía en papiro se constituían en piezas únicas, por lo que eran accesibles a muy pocas personas, la totalidad de ellas vinculadas con el poder. Se asegura que gran parte de los conocimientos, entonces, quedaban en exclusiva como patrimonio de una casta, de los poderosos del mundo de entonces. La invención de la imprenta por Gutemberg, rompió el círculo del privilegio, y así el conocimiento y el saber, se expandió hasta que se hizo universal. Las consecuencias fueron profundas en lo político, ideológico, cultural, económico, es decir en todo el quehacer de la humanidad.                                                                    Entonces, nuestro «El Despertador», como todas las hojas escritas que le precedieron en este pedazo mendocino que es Lavalle, es un producto que tiene tras de sí un esfuerzo y un saber milenarios, con todo lo que ello significa como  riquísima, dramática y muchas veces luminosa, historia del ser humano. Y de alguna forma nos creemos herederos de un valioso tesoro que supera lo tangible de una riqueza basada tan sólo en lo prosaico de la acumulación de lo que reluce.

Es en este convencimiento, que hacemos «El Despertador», y tratamos de reflejarlo en cada edición semanal, con un profundo respeto a los valores y la diversidad de una comunidad que permanentemente está en el quehacer de un destino que está en el trabajo, en el esfuerzo y el sacrificio cotidianos. En la pertenencia de una alegría trascendente, la armonía entre el ser de cada uno y el resto de la comunidad. Rendimos nuestro homenaje a nuestros predecesores en esta honrosa tarea de la comunicación, como lo fueron «La Voz de Lavalle», «Lavalle Crece», la revista IDEA y otras hojas con la misma intención que nosotros. También el reconocimiento a «La Quincena Social», una revista provincial de las décadas del 40 y 50, de cuyas hojas hemos tomado algunos referencias para contar algunas historias. Y, claro, sin lectores ni auspiciantes,  todo intento como éste, naufraga. Estamos seguros de llegar a tener una larga vida en cuanto está demostrado que Lavalle, sus instituciones, los más diversos sectores que se expresan en lo económico, en lo político, en lo cultural y lo social, nos requieren como parte de la construcción de ese destino trascendente. A todos, a todos ellos.

Por Jorge Abalo