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13 de marzo de 2017

¿Qué significa defender el salario?

  •   Por El Despertador
           

Cualquiera sea la forma que tomen los reclamos de la clase trabajadora, siempre –en parte o en todo- se expresa en la defensa del salario. Pero la retribución en dinero para el trabajador o la trabajadora no es solo dinero y, sobre todo en países semicoloniales alcanza una importancia mayúscula.

Comencemos definiendo, con Marx, que el salario es el precio del trabajo. Mejor dicho, de la fuerza de trabajo. El trabajo, propiamente dicho, no le pertenece al trabajador, la fuerza si. El producto del trabajo, expresado en mercancía, es “comprable” por el trabajador. La fuerza, no. La fuerza de trabajo da un valor al producto. Ese valor se determina por el tiempo socialmente necesario para su producción y reproducción.

Pero aquí detengámonos un párrafo. El capital que se invierte para obtener un producto va destinado, por un lado a los medios de producción. Son fijos. Y por el otro a la fuerza de trabajo, que es variable. Se paga con el salario un trabajo necesario y uno adicional, que se extrae del trabajador de forma, digamos, gratuita. Se dice plus-valor. En la producción y reproducción de un bien se abaratan los costos fijos y se deja margen para el costo variable que, en lugar de aumentarse, como señalaría el buen sentido, se utiliza para ajustar al trabajador. “La devaluación del mundo humano aumenta con el incremento del valor del mundo de las cosas”, dice Marx.

Hay, por cierto, diferencias individuales de capacidad de entrega de trabajo, tanto en intensidad como en tiempo de jornada y ambos aumentos individuales beneficia a quien paga por la producción. Pensemos que hay diferencias nacionales también. Pero ya iremos a eso.

Existe, por la misma necesidad de subsistir, una necesidad de trabajo para obtener bienes. Una especie de obligación del trabajo que, como es necesario a su vez es un derecho. El derecho al trabajo tiene un doble carácter: como dijimos, es necesario, porque es vital. Por lo tanto el salario debe ser, de mínima justo, vital. Y esta última palabra está analizada por la Doctrina Social de la Iglesia de una forma muy particular. Por un lado debe asegurar la existencia del obrero y la de su familia. Y por el otro debe de cuidar la existencia.

El trabajo, dice, no dignifica al hombre. El hombre ya es digno por el solo hecho de serlo. Lo que hace el trabajo es expresar lo humano en tanto compromete al físico y al intelecto y al espíritu y se satisface con su salario esos aspectos. Por eso el salario también debe ser personal.

Mas aún, agrega Pio XII, el trabajo es social. El trabajo acerca y liga a los hombres en pos de una tarea superior: procurar a la sociedad los bienes que le son necesarios. Es un acto humano superior.

Observemos que existen, en términos marxistas, acumulación de capital que es diferente en cada país porque tienen diferentes medios de producción e incluso diferente intensidad de trabajo. Y en términos de la doctrina social, el trabajo –que es útil a esa acumulación- cumple una función social y está regido no solo por la oferta y la demanda sino por las necesidades de los trabajadores. Estos están organizados, por ejemplo, en sindicatos y en última instancia dentro de un Estado determinado. Reflexionemos sobre quienes tienen los medios de producción, qué países los concentran y como intentan regular el salario (bajándolos) en los países periféricos.

El Estado, como dice la Renum Novarum , no debe hacer oídos sordos a la pérdida del derecho a trabajar. Porque se atenta no solo contra la dignidad, sino contra la persona, lo humano y lo divino. Y es el Estado quien debe proteger esta ley natural, que emana de lo divino, respecto del salario.

Si los hombres son igualmente dignos, de una forma religiosa, deben tener igual salario por igual tarea. Y la desigualdad con las mujeres no solo es, desde el marxismo, una forma de opresión y rebaja del salario sino también, para la iglesia, una violación a un derecho natural.

La economía nacional, dice Pio XII, como “es fruto de la actividad de hombres que trabajan unidos en la comunidad estatal no tiene otra mirada que la de asegurar sin interrupciones las condiciones materiales en la cual pueda desplegarse plenamente la vida individual”. Teléfono para Macri. Hace poco, incluso se planteó un salario social, para todos esos trabajadores informales y excluidos de la economía pagados por el Estado.

Profundizando, y aunque Marx y la Doctrina no coincidan con la naturaleza injusta del salario, esta última presta una colaboración inestimable al admitir que sería bueno que los obreros participen de cierta manera en la propiedad, la administración y las ganancias.

Defender el salario es, en ultima instancia, un acto de humanidad y particularmente aquí, un acto de nacionalismo.

Fuente: Revista Integración Nacional

 

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