Quizás el eslabón más delgado de la cadena es la figura del cosechador y la cosechadora, de la familia cosechadora. «Ir cada año a cosechar es una costumbre familiar, es, además de un ingreso económico, un momento para compartir con familia y amigos» nos cuenta Nadia Quinteros, cosechadora de Jocolí, y cuando le preguntamos por otras alternativas laborales afirma «cada año se sigue eligiendo la cosecha de uva y si está linda la uva, y el precio de la ficha está bien, ¡vale la pena ir a cosechar!».
«Yo me hago unos 30 tachos en la mañana y en la tarde, que el cuerpo no te aguanta lo que hizo en la mañana, hago unos 20 más» contó Nadia, y comentó que el mejor cosechador hace unos 75 tachos al día. Consultada sobre la discriminación de género en las tareas rurales afirmó que «en la cosecha de uva no se ve la diferencia entre hombres y mujeres porque el tacho vale lo mismo, en otros trabajos, donde la mujer va al día, nos pagan mucho menos».
El trabajo es muy duro cuando el cosechador trabaja solo o sola, pero cuando se trabaja en familia o con amigos «uno corta y el otro tacha» y a la tarde se intercambia esa actividad, como una estrategia parea alivianar el trabajo.
Existe una figura, la del cuadrillero, que no suele ser conveniente para los cosechadores: «te descuentan fichas, o el precio del tacho es menos de lo que tiene que ser» y la gente elije trabajar con ese intermediario «porque no le queda otra, por la movilidad para llegar a la finca, muchas veces».
Con respecto a la presencia gremial, la joven cosechadora jocolinera sostuvo que «nunca nadie se acercó de ningún sindicato para ofrecernos una mano, y no he sabido de ningún caso». Pero en muchas oportunidades se da una suerte de organización gremial espontánea ante la vulneración de un derecho. En algunas fincas el tacho vale poco, o la uva está mala y para modificar esa injusticia se genera el debate entre los cosechadores, «se paran todos en el callejón y lo agarran al patrón y le dicen que les suba el tacho». Y parece que la estrategia funciona.
La gran mayoría de los cosechadores de nuestro departamento trabajan «en negro», es decir sin cobertura social, y de manera temporaria, sólo durante la cosecha. Unos pocos luego vuelven e trabajar en épocas de poda, en la misma situación. Sobre la conveniencia económica que la cosecha propone Nadia explicaba: «en esos dos meses es mucha la plata que se junta, no se compara con otra actividad como el ajo por ejemplo» pero «lo peor es cuando se acaba, algunos años hay que esperar mucho tiempo hasta que salga otro trabajo y hay que aguantar con esos ingresos»
Finalmente, consultada sobre si la figura de los cosechadores se muestra en la fiesta la joven sentenció: «la Fiesta de la Vendimia no representa a los cosechadores, una cosa es la fiesta de la vendimia y otra cosa es la vendimia del parral»
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