Despertador Online

El diario del Oasis Norte de Mendoza

La región hace escuela

8 de noviembre de 2021

Un incendio que dice mucho de nosotros mismos

  •   Por Jorge Abalo
           

Patricia y Walter forman una pareja que sale todos los días a trabajar con ahínco y todo lo que hacen los vuelcan para mejorar la calidad de vida de su familia. Hace tiempo Patricia perdió a su mamá Rosa, una mujer solidaria que durante mucho tiempo recibía a familias en el patio de su casa, para realizar el trueque.

El martes 2 de noviembre en horas de la tarde, un incendio devoró su casa en veinte minutos. La tristeza, el llanto, la desazón, la incertidumbre, la congoja se apoderó de ellos y de todos los vecinos que solidariamente se acercaron a tender una mano en esa situación trágica. Lo incomprensible del hecho

Siento un grito de mi hija que me dice, papá se está prendiendo fuego la casa de la Patricia. Me levanto de dormir la siesta y medio aturdido alcanzo a calzarme las zapatillas. Corro hasta la calle y veo humo en el techo. Corro hasta la esquina, doy la vuelta hasta la casa de los vecinos, y veo que ya hay gente sacando cosas de la casa, mientras esperan la llegada de los bomberos. Apenas han transcurrido 5 o 10 minutos del hecho, y el fuego comienza a propagarse ya no por el techo sino por las paredes de la casa. Alcanzo a tomar un ventilador, lo saco, vuelvo por un mueble y ayudo a sacarlo con alguien. Tomo algunas llaves que encuentro en una pared, mientras mi hija entra a sacar cosas. Son varias las personas que lo hacen, pero ya apenas quedamos 3, porque el fuego se acerca demasiado. Walter grita pidiendo por la heladera nueva y solo alcanzo a decirle que no, que ya está. Cuando llegan los bomberos, me acerco a ellos para mediar ante los reclamos de alguna gente que veía como el fuego se devoraba todo. Apenas han pasado 15 minutos desde el momento en el que salí corriendo para la casa y la llegada de los bomberos voluntarios parece un bálsamo en medio de la tragedia. Cuando de pronto la bomba no funciona, la gente que rodea la casa, que era mucha, empieza a gritar a los bomberos -¡agua, agua, para cuándo el agua! O algo similar. A la casa habían asistido 2 bomberos en uno de los camiones nuevos, pero algo impidió que el agua saliera. Rápido de reflejos, Daniel, otro de los tantos bomberos que vive a solo media cuadra de la casa, sale corriendo a buscar otro camión, y en 5 minutos, el agua ya estaba brotando para apagar el incendio.

El resto son imágenes, retazos que alcanzo a observar. Gente en shock, la llegada de la policía, la gente que se agolpa y no puede creer lo que sucede, las explosiones que se comienzan a suceder y que empieza a trazar un panorama peligroso, porque el fuego continúa, y ahora parece extenderse hacia las casas lindantes.

También observo la llegada del camión de Aysam con agua para ayudar por un costado de la casa, la guapeada de Pedro, que se sube al techo de su casa, y desde el tanque de agua comienza a arrojar agua para que las llamas no se acerquen. La policía que intenta poner orden y también ayudar a combatir el incendio, los gritos, las miradas y una casa que en 20 minutos arde y se lleva con ello, el trabajo de años de dos jóvenes emprendedores y muy buena gente.

Sin embargo, lo que está claro, que así como el incendio motiva alguna histeria colectiva, también genera los mayores actos de solidaridad. No ha terminado el fuego, y la escuela Galo ya está organizando una colecta, situación similar del Instituto Nuestra Señora del Rosario. Cuando Patricia y Walter creyeron que lo habían perdido todo, comprendieron que en realidad habían «ganado» mucho. Al otro día, decenas de llamados solidarios, ropa, mercadería, hasta muebles fueron parte de las donaciones que recibieron. Walter me dijo en un momento mientras hacíamos un repaso de la situación vivida: «un señor me trajo dos bolsas enormes de mercadería del supermercado, y yo sé que para él eso es plata. Plata que deja de poner en su casa y la comparte con nosotros». Patricia con un sentido de humildad y sencillez comenta «me trajeron un juego de té, con platitos y todo lo demás, con las etiquetas, y otra persona me trajo una colcha nueva para que no pasáramos frío». Por supuesto que no recibieron solo eso, sino decenas de donaciones de gente conocida, amigos, «vecinos y gente que ni siquiera conocían, que paraban en la puerta de la casa, preguntaban si era acá, y nos dejaban algo».

De información y bomberos

Un tema que saltó en el medio de la tragedia, fue la actuación de los bomberos de Lavalle. Hombres y mujeres sumamente jóvenes y extremadamente solidarios. Solidarios por la sencilla razón de que su trabajo es completamente ad honorem. No entiendo cómo todavía puede serlo y no salgo de mi asombro, cuando alguien critica el accionar de los mismos. Está claro, que en el momento de la tragedia, la gente entra en shock, se descontrola, grita, llora, y es legítimo, porque la tragedia a la que se somete una familia cuando observa impávida como se prende fuego su casa, sin poder hacer nada es sencillamente terrible. Pero que algunas personas usen las redes para achacarle alguna actitud al cuartel de bomberos, cuándo el trabajo es completamente gratuito, cuando exponen sus vidas literalmente ante las situaciones vividas a veces es incomprensible por no decir canallesco.
Pero no soy yo quien pone las cosas en su lugar y dirime finalmente la pulseada. Es la propia Patricia, que un día después sostiene «no voy a decir nada malo de los bomberos, mi casa se iba a quemar igual, y ellos hacen esto sin cobrar nada». Así de sencillo

¿Por qué necesariamente hablamos de ello?

Porque luego del voraz incendio, alguna gente y algún medio colega salió a decir que los bomberos no tenían agua en el camión cisterna. El cuerpo acongojado dialogó conmigo para explicar la situación: Diego Barros, jefe de cuartel sostuvo «nosotros lo primero que hacemos cuando llegamos de algún incendio es cargar los camiones, para estar preparados, por lo que si había agua» y agregó «lamentablemente hubo un desperfecto fuera del alcance nuestro, pero pudimos reaccionar a tiempo para que no se quemaran las casas lindantes».

¿Y ahora?

Es muy sencillo, hay que levantarse y seguir. Como lo están haciendo Walter y Patricia, como lo hizo tanta gente que sufrió los mismos avatares y que no se dejó vencer. Porque cuando la tragedia asoma a la puerta, es bueno saber, que uno no está solo, que está la familia, que están los amigos, y que está el pueblo del que uno forma parte.

Como Patricia y Walter.

 


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