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El diario del Oasis Norte de Mendoza

La región hace escuela

4 de julio de 2022

La historia del ferretero

  •   Por El Despertador
           

Por Juan de los Palotes

El tema es más o menos así. No tengo ganas de hacer más periodismo. Me fastidié. Me siento día a día en esa enclenque computadora, y tengo la obligación de hacer una maldita nota, para un portal que nadie lee, pero que me da de comer. Y ahí aparece este historia. Pura verdad, o pura ficción. Las conclusiones las dejo para cada lector.

Día a día barrunto como un sabueso los portales basuras de noticias e informativos, con el único objetivo de encontrar algo que me emocione, o que me de alguna ilusión. Sobre qué, no tengo ni la más remota idea.

Mientras pienso en todo eso, debo escribir sobre el ferretero de la esquina de mi casa. Es un boludo, lo dije siempre, no me canso de decirlo, arruinar su reputación por veinte tipos, me parece a todas luces una estupidez, rayana en lo absurdo. -Es que se patina la guita de los clientes- me dijo alguno. -Se la farrea por las noches- me dijo otro. La verdad es que no sé qué carajo hace y por qué lo hace, lo que sé es que ahora debo mandarlo al frente. Dame 5 párrafos me dijo el editor del pasquín, y contá alguna historia con algún afectado, me advirtió. La verdad es que no quiero escribir nada de eso. Yo solo quiero escribir mis memorias. O por lo menos hacer memoria y remembrar sobre algunas historias antiguas de mi vida de adolescente.

Angelo se llama el ferretero, y Segurola es su apellido. Pienso y no paro de reírme, o de por lo menos hacer el intento. Si su padre lo reconociera, le diría por la calle: -Angelito- Flor de turro pienso para mis adentros. El angelito vive de cagar a la gente. Será porque cuando abrió la ferretería, ¿varios lo jodieron a él? Es que uno de sus íntimos, el chueco, me contó alguna vez -mirá negro, lo que pasa es que venían los albañiles, sacaban cosas a nombre de tal para construir en tal casa, y el vago les daba sin problema. -Con tal de conseguir un cliente hacía cualquier cosa-. Así se clavó varias veces, hasta que se dio cuenta que la podía hacer al revés- me dijo con voz socarrona y se fue.

Es cierto, el pibe empezó a recibir dinero adelantado, o cheques en todo caso. Ese dinero era de los chabones que querían adelantar pagos para materiales de sus casas. Sin embargo, cuando iban a buscarlos, las excusas estaban a la hora del día: disculpáme, pero no tenían cemento- Disculpáme, pero no había hierro, viste cómo está la cosa de difícil-

Al comienzo fueron días, después, meses, y finalmente el Jacinto lleva 4 años tratando de cobrarle al ferretero de la esquina. Le dije que me diera su testimonio para el pasquín, pero me dijo que la postergáramos para más adelante, porque estuvo con el ferretero y le volvió a mentir por undécima vez en la cara y le dijo que esta semana le iba a dar la mitad de los materiales. Yo creo que el Jacinto es otro boludo, pero lo entiendo, está desesperado, y vive en una habitación de cuatro por cuatro, y el dinero que le había entregado al ferretero era para hacer otra habitación. La del nene que viene en camino, me dijo una noche entusiasmado, mientras tomábamos unos vinos en lo del compadre Emanuel.

Encima, ya no puedo más, el editor me pide que sea más ingenioso a la hora de escribir, y me amenazó con que las últimas notas que he escrito son aburridísimas y no las lee nadie. Que no hay comentarios en las redes, que no hay me gustas, que no hay nada, entonces que no me puede seguir pagando fortunas por artículos que a nadie le interesa. Yo no le hago demasiado caso, porque me tiene los huevos rotos con esas estupideces. Yo quiero escribir una novela, y no notas para un pasquín infame. Pero entiéndanme, que tengo que sobrevivir.

Y este artículo si me sale, es una muy buen idea. Solo tengo que mandar al frente al ferretero, y lograr esos 100 me gusta que me exige el editor.

El ferretero, hablando de mandar al frente, liquidó a 21 personas. Es decir, las transformó en víctimas, y calculo que se ha levantado un botín de unos 10 millones de mangos, que para que alguien tenga una referencia dentro de algunos años (vivimos una inflación galopante, por lo tanto el que lea esto ahora, va a creer que es una ganga dentro de un año), es el equivalente a dos camionetas Amarok 0km a julio de 2022.

Así, ya han pasado como siete años haciendo lo mismo, y pareciera que nadie hace nada. Ni los damnificados, que se quedan con la idea de que alguna vez les será devuelto algo de lo que invirtieron.

Fin de juego

Ya casi terminé la nota, la tengo que presentar a mi editor, pero me falta el final. No tengo claro como hacerlo. Siempre me cuestan los finales de las notas que escribo. A veces son muy épicos, otras muy berretas, las más de las veces, presuntuosos. Pero, ¿cómo termina esta historia?, me preguntó el Gustavo, un amigote que viene una vez al mes para comerse un asado en mi casa, al que le mostré la nota, antes de mandársela a mi editor. -Muy sencillo- le contesté un mediodía que lo esperaba con un malbec, mientras se hacía el fuego de la parrilla. ¿Muy sencillo?, me repitió con voz fuerte. -Si, muy sencillo- le contesté con voz socarrona, mientras saboreaba en la boca el último trago: ¡al Segurola se lo llevaron preso!

 

 


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