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2 de enero de 2023

Pasado y Presente en Lavalle: Luis Baroni y la vida por el Sportivo

  •   Por Jorge Abalo
           

La inesperada partida de Don Luis Baroni hizo que rememorara un par de charlas que tuve con él hace un tiempo atrás.
Con Carlitos Acosta habíamos soñado mucho tiempo antes con escribir y publicar historias en una serie de colecciones, sobre el patrimonio del departamento, cuestión que también habíamos compartido con el Juancito Burba y otros escritores de Lavalle.

De uno de esos sueños, y a pedido del propio Acosta, nació esta entrevista sobre el pasado y el presente del club. Corría el año 2021 y la intención era reconocer la historia no solo de un club de lo más importante que tuvo Lavalle, el primero de todos, sino develar de alguna manera, parte de la historia del departamento, a partir de pincelar o bosquejar la vida de un club, que con sus personajes históricos le daban identidad a la cultura de Lavalle.

Don Luis Baroni le había dedicado su vida a esta institución y había custodiado como nadie el patrimonio del mismo. El Sportivo había sido su mundo, su retazo de mundo y como ningún otro, había entendido, que el patrimonio de una institución no solo era el dinero que entraba o salía, sino el acerbo histórico que se encontraba detrás de ello. Fotos, libros de actas, carnets históricos, registros, diarios antiguos, mostraban a las claras el cuidado con el que don Luis había desentrañaba las vicisitudes de la época, mientras hablaba y hablaba sin parar.

Los comienzos

El 2 de febrero de 1923, nacía el club Sportivo. No era donde lo conocemos ahora, sino más al norte, precisamente en la calle San Martín y 9 de Julio, cerca del ya olvidado e inexistente barrio las 14.

Sabemos hoy día, que el club tuvo dos etapas. La de la fundación allá por el año 23, como mencionamos antes, y una posterior refundación en el año 1942.

Vestigios del futuro

De la primera etapa, apenas quedan vestigios, los testimonios de Don Luis Baroni, sobre lo que le contaban, antiguos dirigentes y miembros del club. También familiares.

«El único que hablaba de aquello, de ese pasado del club era Don Reinaldo Blanchard, que vivía en Costa de Araujo con su papá», cuenta Baroni. Según éste, Don Blanchard solía venir por la calle El Carmen con su papá y su hermano en un sulky y llegaban hasta la calle San Martín y 9 de Julio. El papá de Don Blanchard era amigo de Don Margarettaz que tenía la bodega pasando la calle 9 de Julio hacia el oeste, junto con la finca.

Precisamente, en la esquina contraria, se encontraba la antigua cancha del Sportivo.

El fútbol como único deporte

Según cuenta Baroni, en la primera etapa del club, entre la década del 20 y durante la década del 30, el club era simplemente una cancha que servía para jugar al único deporte que en general se practicaba por estos lares: el fútbol. A decir verdad, el incipiente auge de este deporte en Lavalle, se corresponde con el auge del mismo en el resto del país.

De esa época, solo podemos rescatar una copa del año 1931, que se encuentra en la vitrina, denominada copa Sturlan (en alemán significa Robusto)

Asamblea del club donde fue nombrado nuevamente

Refundación del club y auge

Nombres de la talla de José Adriano Pujadas, José Cicarelli, Angelino Perez, Custodio Perez, Felipe Chacón, el señor Puebla, Severino Appugliese, Santiago Montenegro, el señor Kesni, Amadeo Appugliese, Pedro Montenegro, Juan Agustín Plana, el señor Castro son algunos de los personajes que transitaron el club, que tuvo su momento de gloria, allá por el año 1940, cuando, entre otras cosas lograron levantar un salón enorme que serviría posteriormente para infinidad de celebraciones y eventos, que sacudieron las noches de las tradiciones lavallinas.

Desde celebraciones y aniversarios del club, hasta teatro y boxeo, son solo algunas de las maravillas que se dieron cita, en la sede que al día de hoy, y bajo la atenta mirada de Don Luis, pretendía escaparle al olvido.

En el año 1942 se refundaba el club, y los nombres que mencionamos antes se referían a la primera comisión que salió a escena en esta etapa. Una etapa que quedará en los anales, como una época de auge, tal vez por la construcción de un enorme salón que le dio cobijo a centenares de socios que durante más de una década fueron consolidando la presencia de la entidad entre la población de Lavalle.

Si bien el Sportivo nació como el club por antonomasia de Villa Tulumaya, tuvo socios de otras partes del departamento. Entre los más reconocidos, aparecía la figura de Don Reynaldo Blanchard, oriundo de Costa de Araujo, y socio honorario de la institución. No fue el único, si el más conocido.

Junto a Don Blanchard y el hijo de éste

Los libros de la buena memoria

Libro enorme apaisado. Dividido por abecedario. Páginas con fotos de las personas. Así figura el registro de socios de la época de la refundación. Allí aparece el socio número uno de esta época, Don Angelino Perez y trescientos socios más. Un enorme registro que sirve como testigo del tiempo. La gente de la época sentía un orgullo profundo por pertenecer a la institución. «En esa época, los socios se hacían a través de otros socios que los presentaban, y que servían como referencia», señala Don Luis, que a sus 75 años, (al momento de la entrevista) tenía una memoria envidiable. Luego del libro, directamente aparece un sistema más sofisticado, las fichas una por una con el registro de cada socio del club y sus datos personales.

¿Qué deportes se practicaban en el club?

El fútbol sin lugar a dudas, era el deporte más requerido de la época. De hecho, allá por el año 1946, el Sportivo ya estaba participando de la liga departamental de Lavalle, de la cual salía campeón ese mismo año.

Sin embargo, no era la única actividad que desarrollaba, ya que las bochas empezaban a ser parte cotidiana de la institución. Y también daba inicio el boxeo. En este último rubro, apareció con fuerza, de la mano de Don Orosco, y jóvenes del departamento comenzaron a dar sus primeros pasos. A la figura de Don Orosco, se le sumó don Jovino Molina, que se dedicaba a la preparación física de los jóvenes de la época.

El huevito Flores marca el rumbo

Así le decían a uno de los pupilos de la época, que había comenzado a sobresalir frente al resto. El «huevito Flores era un muchacho que sabía andar en los camiones, era chofer», sostiene don Luis. Y agrega: «Ese fue uno de los mejores boxeadores amateurs que tuvo el club. Ahijado deportivo de Don Francisco Paco Bermúdez«. A don Luis se le hincha el pecho cuando nombra a algún personaje antológico, que hoy podría ser parte de algo así como un mito. Se acerca a la vitrina y muestra a través del vidrio, la bata de Flores, que alguna vez la trajo al club, y allí quedó como parte del patrimonio cultural de la entidad ¡Un excelente boxeador!, señala finalmente Don Luis.

También menciona las tardes boxísticas en la institución y recuerda que Nicolino Locche actuó no en el cuadrilátero, sino como padrino boxístico de un muchacho de Lavalle, Ignacio Baigorria, ya fallecido.

Cuando el arte ataca

Está claro, que como institución social que late vida en su corazón, el deporte no era lo único por lo cual la gente asistía a la sede de la institución. De hecho, el salón enorme y bello que se construyó, albergó en su seno y en el fondo del mismo, un escenario para desarrollar el arte.

Juana se sube al colectivo y al hacerlo, toma una hoja que cuelga del pasamanos. La hoja es en realidad un boletín del club, que invita a una velada de teatro. Es una obra que se estrenará en el salón del club. Corre el año 1957 y el adelantado José Pujadas la dirige.

Es evidente que el boticario del pueblo era un aficionado al teatro, y trasladaba esa impronta al escenario. Lo curioso y no menos destacado de esta historia, era el origen de las actrices y los actores: eran las personas comunes y corrientes del barrio y de los alrededores. Corría la década del 50, época de oro del arte en Mendoza, y el teatro y el cine no le iban a la zaga.

De esta manera, en el Sportivo se realizaron decenas de obras de teatro tradicionales, bajo la dirección de Pujadas, en un escenario que estaba completamente acustizado, y que permitía que la gente del fondo pudiera escuchar a los protagonistas, ya que en esa época, «no habían parlantes que sirvieran para amplificar el sonido», cuenta al final de este primer capítulo Don Luis Baroni.

Don Luis y Susana Fernández


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