¿Y después del 30 de abril qué?

Esa es la pregunta que subyace por estas horas en la dirigencia peronista en general, y qué luego de la remoción de 3 importantes funcionarios, adquiere más relevancia aún.

Y es que las heridas pueden dejar marcas tan profundas, que si no se analizan con sabiduría jedi, serían trágicas para un peronismo lavallino, que se parece cada vez más al provincial, e incluso al nacional aunque pretenda seguir figurando en el mapa de los departamentos justicialistas.

En ese sentido, las palabras de Edgardo González, que publicó la semana pasada El Despertador, parecen dejar una puerta abierta (o una ventana por lo menos, para la continuidad del proyecto peronista que desde hace décadas gobierna Lavalle). Gonzalez dice en su presentación: «no debería haber habido una interna pero, aún así, considero que no somos enemigos, no queremos agraviar, ni prendernos en ningún tipo de comentario ofensivo, creo en la crítica constructiva para alcanzar la armonía necesaria para poder trabajar juntos, unidos por Lavalle«.

Estas palabras le podrían bajar un poco el tono a la disputa por la sucesión, si es que el peronismo, como dice Gonzalez, pretende gobernar algunos años más el departamento.

Lo que viene

Si alguien dijera hace unos meses, que las cosas estarían así en Lavalle, no muchos lo creerían. Muchos creían que tomando la decisión final el intendente, todo volvería a su «lugar natural», pero no fue así. Por el contrario, la remoción de los funcionarios, cuando estaban a punto de renunciar, agrietó aún más la gestión, y dejó un halo en el aire como de «caza de brujas», que terminó agitando aún más la grieta en el oficialismo lavallino. Tal vez era una utopía pensar en cerrar dicha grieta, pero está claro, que lo que se avecina posteriormente al día 30 de abril es un necesario acuerdo entre las fuerzas que ganen y pierdan. Es decir, entre las que conduzcan y las que acompañen.

El radicalismo «popular», como dijo Darth Vader en su última visita a Lavalle, viene con ganas y la elaboración de una lista de unidad, le permite posicionarse más allá del 30% de los votos característicos de esta fuerza.

Por ahora, ese parece ser su piso (su techo máximo cuando ganó en el 2009 fue del 39% con un alto porcentaje de voto en blanco), cuestión que el peronismo podría pasar pensando en quedarse con el 50% de los votos. Pero hay una gran diferencia, Righi no compite, hay que ver cuánto es lo que puede trasladarle al candidato oficial, al senador provincial Gerardo Vaquer, cuál es el nivel de cohesión que logra su lista, cómo se podrá amalgamar luego de la interna con los otros sectores internos y cómo jugará el «Roberto» a nivel provincial.

El quiebre en el oficialismo ha sido tan grande, que es difícil pensar en una maquinaria estatal fuerte, al servicio del «nuevo oficialismo». De un nuevo oficialismo, con mucha juventud, que tendrá su prueba de fuego, nada más y nada menos, que frente a un avezado conjunto de dirigentes que saben mucho de internas.

La confrontación inevitable que se viene puede tener dos finales: una nueva amalgama o una derrota pírrica frente a un nuevo sujeto que no sería el peronismo en setiembre. De la capacidad de los dirigentes de mirar más allá de sus narices, está la solución.

Como diría un amigo, a una futura tragedia al estilo Darth Vader, le hace falta una solución a lo jedi, no la del exterminio de éstos, sino la de la sabiduría.

El tiempo dirá…