El trabajo anual de cada nación es el fondo del que se deriva todo el suministro de cosas necesarias y convenientes para la vida que la nación consume anualmente, y que consisten siempre en el producto inmediato de ese trabajo, o en lo que se compra con dicho producto a otras naciones.
Adam Smith
La economía política reconoce como hito fundante la publicación de La riqueza de las naciones de Adam Smith en 1776. No es que antes no existieran textos y referencias a la dimensión económica de la vida, las hay, profundas en la Grecia clásica, y mucho antes también; sin embargo, el análisis del escocés pudo determinar con precisión el objeto de la nueva disciplina y esbozar algunas cuestiones de método.
La frase del epígrafe es el primer párrafo del, como dijimos, primer texto de economía política. Es decir, el momento cero de la disciplina. Desde su origen, la concepción prevaleciente fue que el trabajo es el factor central de los bienes materiales necesarios para la vida y para el despliegue de los países. David Ricardo, continuador de Smith, fue incluso más allá al afirmar es el trabajo contenido en un bien el que determina el valor de las mercancías.
Uno de los pilares principales de Carlos Marx en su teoría de la plusvalía e incluso de la lucha de clases es, precisamente, la teoría del valor trabajo.
A finales del SXIX, distintos autores marginalistas y el economista inglés Alfred Marshall tiraron por la borda toda la reflexión en torno a aquel problema central de la disciplina para introducir una corriente de pensamiento que terminó convirtiéndose en una “ciencia formal”, un dogma que tiene como misión justificar como justa la acumulación obscena de riqueza en pocas manos frente a masas pauperizadas.
Esta corriente ortodoxa de la economía (a la que amputaron el adjetivo “política”) seduce a aspirantes a economistas profesionales que, como decía John Kenneth Galbraith, tienen la “virtud social conveniente”, es decir la tendencia de decir justo aquellas cosas que calzan como anillo al dedo a los ricos y poderosos. Ellos tienen cátedras universitarias, tienen horas de televisión, tienen plata, y se pretenden candidatos políticos. Lo que no tienen es razón.
La razón está y siempre estuvo del lado de los trabajadores, verdaderos hacedores manuales e intelectuales de la realidad material que nos circunda.
Es imperioso no perderlo de vista en tiempos de engaño planificado desde el poder.
¡Feliz día del trabajador y de la trabajadora!
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