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30 de junio de 2023

«La realidad de las mujeres del campo sigue siendo muy dura, las violencias están muy presentes»

  •   Por El Despertador
           

Desde hace a algunos años, grupos de mujeres de toda la provincia, y fundamentalmente de nuestro departamento, organizadas en la Unión Campesina y Territorial, vienen trabajando sobre la realidad de las mujeres y las diversidades rurales. Antes de la pandemia lanzaron una campaña denominada «Juntas rompemos el silencio» que tenía (y tiene, ya que está muy vigente) como objetivo reflexionar sobre las violencias que sufren las mujeres del campo y conocer sus derechos para defenderse.

Verónica Pascual pertenece a la Unión Campesina y es una de las organizadoras de la campaña. En las últimas semanas han retomado la actividad y comenzaron a realizarse una serie de encuentros en diferentes comunidades de Lavalle para profundizar sobre estos temas. Conversamos con ella:

El Despertador: ¿Cómo es que se vienen organizando?

Verónica Pascual: Luego de muchos años de lucha como organización, y gracias al contacto con organizaciones campesinas y de mujeres rurales, pudimos ir comprendiendo que las desigualdades que a veces no se notaban en las zonas rurales o al interior de las organizaciones estaban. Y muchas de esas desigualdades tomaban la forma de violencia en sus diferentes formas. Es por eso que desde hace un tiempo largo las mujeres de la Unión Campesina decidimos organizarnos para luchar por nuestros derechos. Parte de esa organización tiene que ver con «Juntas rompemos el silencio» y los encuentros que estamos realizando por estos días.

ED: ¿Qué es eso de romper el silencio?

VP: Se dice que en el campo está todo bien, todo tranquilo, hay mucho silencio, y justamente ese silencio que esconde cosas, es el que proponemos romper. Las mujeres rurales tenemos otras condiciones de vida, las distancias, la comunicación y el acceso a movernos hace que, ante las cosas que ocurren, sea un poco más difícil pedir ayuda o conocer nuestros derechos, y la manera de mejorar nuestras vidas es encontrarnos y romper ese silencio, que a veces lastima.

ED: Hablás de violencias y silencios, de cosas que pasan en las comunidades… ¿a qué te referís específicamente?

VP: La realidad de las mujeres del campo sigue siendo muy dura, las violencias están muy presentes, la opresión al interior de nuestras comunidades y familias son muy difíciles, la violencia económica en el no reconocimiento de nuestras tareas productivas sigue estando. A ver, el clásico ejemplo en el secano de Lavalle son las cabras: las mujeres son las que las cuidan, pero la mayoría de las veces están registradas a nombre de los maridos, hijos mayores, padres, y casi nunca ellas pueden negociar la venta de los chivos, siempre es el hombre de la casa el que lo hace, a eso le llamamos violencia económica.

ED: ¿Entonces es eso?, ¿no es que les peguen?

VP: ¡No!, claro que también hay violencia física, sexual, esas son las más duras, y de las más difíciles de abordar. En el campo lavallino han ocurrido femicidios, que es la forma más extrema de violencia física, pero no se conocen tanto o se olvidan rápido. Pero la violencia doméstica, en los ranchos, ocurren a diario. El tema es que a veces se naturaliza, y el mismo entorno familiar no hace nada, lo ve como normal, o hay miedo de denunciar, y por eso es una violencia que se sufre durante muchos años.

ED: Contanos cómo es que se están haciendo estos encuentros …

VP: Después de la pandemia nos costó volver a juntarnos y ver como estamos hoy, sabiendo que las mujeres venimos avanzando en el reconocimiento de nuestros derechos, con todo lo vinculado al movimiento feminista, pero siempre falta, porque, como te decía, asistimos a un montón de violencias cotidianamente, entonces que haya un ámbito donde nos podamos sentar compartir es un montón. En ese marco venimos organizando esta serie de talleres territoriales, que estamos haciendo en cada comunidad, donde hay mujeres de nuestra organización, pero también es abierto a la comunidad, para que se puedan sumar otras mujeres y jóvenes. Ya se hicieron en San Antonio, en las Lagunas, El Cavadito y Jocolí. Los próximos son en San José, la zona de la Capilla en Lagunas del Rosario, Tunuyán, Tupungato, Nueva California y también en la ciudad de Mendoza.

ED: ¿Y qué hacen en los encuentros?

VP: La idea es encontrarnos, charlar, compartir, ver cómo estamos hoy, analizar cuáles son los problemas y opresiones que nos afectan, para seguir adelante. Y pensar estrategias que colectivamente nos damos para dar batalla a la violencia patriarcal. Los encuentros tienen dos momentos: uno en el que abordamos las opresiones, mandatos que tenemos y se nos imponen por el hecho de ser mujeres y como eso impacta en nuestro cuerpo entendido como el primer territorio que habitamos. En un segundo momento hablamos sobre el camino que hemos recorrido colectivamente para ir rompiendo esas opresiones, y cómo seguimos. Armamos como una agenda de trabajo hacia adelante, como mujeres campesinas, siempre pensando, no sólo en quienes hoy estamos en la organización, si no en todas esas mujeres que están en sus casas, puestos y chacras solas y sufriendo violencia, en cómo les hacemos saber que no están solas.

ED: ¿Por qué los van haciendo en cada lugar?

VP: Lo que pasa es que no todas salimos de nuestras comunidades, muchas veces por las opresiones que tenemos, por eso, a pesar de que organizamos encuentros más grandes o participamos de algún viaje, no hace que todas vayamos, y justamente esa mujer que es la que menos sale, es la que más necesita de un espacio de encuentro para poder charlar y compartir. Y parece que en estos tiempos ya no, pero lamentablemente muchas mujeres todavía tenemos que «pedir permiso» para salir, entonces queremos acompañar también eso, de que no sea tan difícil encontrarnos con otras mujeres y darnos fuerza. Igual ya estamos pensando cómo hacer para encontrarnos todas.

ED: ¿Dónde está la clave para salir de estas violencias?

VP: Que las mujeres podamos encontrar un espacio colectivo, puede ser la Unión Campesina y Territorial o cualquier otro, es fundamental, porque de esa manera no nos sentimos tan solas, esa es la gran fortaleza. Si no fuera porque nos encontramos con otras mujeres no hubiéramos salido de las situaciones de violencias. Sin la presencia de nuestras promotoras territoriales de género, hubiera sido todo más difícil.

ED: ¿Quiénes son las promotoras territoriales?

VP: Son compañeras, la mayoría de ellas jóvenes, de las comunidades, que se han ido formando desde hace tiempo en las cuestiones de derechos de las mujeres, para ayudar a sus vecinas y amigas, madres y hermanas, a salir de situaciones de violencia. Conocen las leyes que nos amparan, se formaron en cuestiones jurídicas, saben cómo actuar rápidamente ante alguna situación urgente. Y lo mejor es que, al ser parte de la comunidad, están «a mano» de las mujeres y tienen confianza porque se conocen. En cada lugar en el que estamos, hay 2 o 3 compañeras que tienen el rol de promotoras territoriales.

ED: Pero eso que vos decís… ¿no es un poco el rol del estado?

VP: ¡Claro!, pero vemos que las políticas públicas siguen estando ausentes en los territorios rurales, sigue siendo poco lo que hay, y con lo que hay no alcanza para garantizar derechos, hay cosas que no están, es una demanda que venimos planteando hace años, pero no se traducen en hechos concretos. Y la organización de las mujeres tiene que actuar, porque hay tiempos que no se pueden dejar pasar.


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