Victoria y Paola, dos sobrevivientes de relaciones con hombres violentos, son testimonio de que es posible salir de la violencia con el apoyo del Estado, organizaciones sociales, y de la sociedad toda. En diálogo con Télam, remarcaron la importancia de «resistir en compañía» ante una justicia que «no da respuestas».
La violencia del maltratador «se resiste en compañía», con cuidados brindados por profesionales con enfoque de género y junto a otras sobrevivientes, para encontrar juntas «la punta del ovillo» que permite desenredar la trama violenta, ante una justicia que «no da respuestas, y cuando eso se entiende, se comienza a sanar», dicen Victoria y Paola, que testimonian su reconstrucción somo sobrevivientes de relaciones con hombres violentos.
El encuentro con ellas es en un departamento porteño, con mate y galletitas, en una ronda donde la palabra circula incesante, porque luego de años de sufrir violencias por parte de sus ex parejas, lograron ponerle palabras, y sobre todo, reconstruirse.
Victoria aporta su nombre, pero quiere privacidad. Paola Moreno quiere testimoniar y acepta ser visible.
Son amigas. Se nota en sus miradas, en cómo se escuchan y completan el relato de la otra.
Se conocieron en los grupos de ayuda mutua de la ONG Shalom Bait, que acaba de cumplir 20 años acompañando a mujeres en situación de violencia de género.
«En grupo dejan de estar solas. Aprenden a ver sus fortalezas y recuperarlas. Es un espacio de encuentro con otras que viven situaciones similares, otras que tienen miedo, y que lo superan, sin que nadie las juzgue, al contrario, siendo apoyadas y comprendidas», explica a Télam Fernanda Tarica, directora de la organización.
La propuesta de la entrevista con Télam es que su generoso testimonio sirva para entender cómo se puede iniciar un nuevo proceso de vida, sin violencias, un recorrido que es individual, y necesariamente colectivo.
«Contención, ausencia de drama, correrse del victimismo, el no ser juzgada, el ser guiadas en el proceso judicial», son algunas de las primeras palabras de Victoria cuando define lo que le aportó el grupo con pares.
Tiene 46 años, una hija de 13 que tiene fibrosis quística y un hijo de 8 años.
Hay una historia de violencia hacia ella y su hija, a la que dijo basta un día: «Llamé a una empresa de mudanzas y levanté la casa en unas horas. Puse todo en sábanas y me llevé la heladera, que necesitaba para los remedios de mi hija», comparte.
Desde ese día, alquila el departamento donde transcurre el encuentro, lugar donde aún se reúnen algunas de las compañeras del grupo de autoayuda, porque ella y Paola ya tienen el alta, pero siguen en contacto.
A ese lugar llegaban sus compañeras de grupo y le traían mercadería cuando ella se quedó sin trabajo.
«Me apropié del grupo Shalom Bait, era mi espacio, me sentí feliz, no tenia que dar explicaciones, ni justificarme. Fue la primera vez en mi vida que escuché lo del amor propio, y lo incorporé», cuenta Paola.
En la ONG los grupos son coordinados «por profesionales especialistas en violencia basada en el género, son quienes acompañan el proceso de cada una, sin apurar a nadie, respetando los tiempos, abriendo temas y contribuyendo a la revisión de las creencias, estereotipos, y acompañando las re lecturas de la situación de cada una», aporta Tarica.
Paola también tiene 46 años, una hija de 26 y dos hijos de 21 y 18 años.
Identifica la mirada del menor de sus hijos varones como el momento en que ella dijo basta al violento: «Sentí que me pedía que hiciera algo», dice.
Eso pasó después de años de golpes, hospitalizaciones posteriores, manipulación del violento y presencia de un arma de fuego. Los detalles de esos 12 años de violencia permanente son desgarradores, y tristemente similares a tantas otras historias de mujeres.
«Perdí mi identidad», resume Paola, que cuando llegó al grupo de ayuda mutua «tenía vergüenza de contar todo lo que él me hacía» y que además «no podía» reconocerse como víctima.
Es que en el espacio de encuentro con otras «circula la palabra, hay escucha y lugar para las preguntas, las dudas, sin miedo, en libertad. En grupo entienden por qué les pasó lo que vivieron y sus consecuencias tanto en ellas como en sus hijos, reconocen que no son las culpables, que la responsabilidad es de quien ejerce la violencia, punto», resalta la directora de la organización social.
Victoria y Paola coinciden -y en su relato se verán identificadas cientos de mujeres- que los violentos no hicieron aportes económicos para sus hijas e hijos, o lo hicieron esporádicamente. Violencia económica, se llama. Y ambos «tienen mucho dinero». También que fueron tildadas de «locas», que cuando buscaron ayuda alguna psicóloga las culpabilizó, porque el no tener capacitación adecuada hace que profesionales de la salud mental re victimicen.
La línea 144 de atención, contención y asesoramiento a victimas de violencia del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad fue un recurso al que recurrieron, también la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte adonde «no podes ir sin prepararte antes», y Comisaría de la Mujer.
Tarica valora que en ese encuentro de mujeres «aprenden juntas estrategias de protección y de salida de la violencia de género. Aprenden la ruta de la denuncia, lo que pueden obtener, los obstáculos y a hacer frente a ellos. Se acompañan a realizar la denuncia cuando alguna identifica que necesita ese apoyo, se ayudan con el cuidado de sus hijes, otra veces con vivienda o trabajo».
«Entendí que no había respuesta judicial y me dediqué a sanar», define Paola. Su experiencia con el sistema judicial es otra muestra de revictimización.
Un juez le dijo: «Chito y vía». Sí, silencio y que se vaya. Y el Ministerio Público Tutelar «lo primero que propuso fue la re vinculación», añade.
Así las cosas, para ellas y tantas, lograron avanzar.
Hubo recursos, desde mirarse en el espejo y decirse «separarte es la mejor decisión», pasando por entender que «no se puede con todo» y registrar «cuándo no se puede más», hasta internalizar que «nunca hay que justificar al violento».
«Nos reímos, logramos reírnos de situaciones ‘bizarras’ que hemos vivido en todos estos años, pasamos del llanto a la risa, sino es insoportable«, coinciden.
Victoria consiguió una medicación que le brinda calidad de vida a su hija con fibrosis quística y trabaja en el área de salud.
Paola es encargada en un edificio, terminó el secundario, hizo cursos de acompañante terapéutica y operadora socio terapéutica en HIV, y está en pareja hace seis años con «un buen hombre».
Este sábado 25 se conmemora el Día Internacional de la Lucha contra la Violencia hacia la Mujer, instituido por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objetivo de sensibilizar, denunciar y reclamar políticas públicas para erradicar la violencia de las que son víctimas las mujeres en todo el mundo.
La fecha recuerda el asesinato, en 1960, de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal asesinadas por el régimen de Rafael Trujillo en la República Dominicana.
De la violencia se sale, Paola y Victoria son testimonio de que es posible con los apoyos adecuados que involucran al Estado, a organizaciones sociales, a la sociedad toda.
Fuente: Télam
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