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21 de abril de 2024

Teoría del monopolio y práctica del despojo

  •   Por Carlos Almenara
           

El conocimiento científico debe superar algunos requisitos para ser considerado como tal. Más allá de la mirada positivista que pretendió encorsetar la ciencia en un método único, y que fue muy criticada por ello, no cualquier pavada que se diga tiene el mismo estatus y profundidad.

Como sostenía el célebre epistemólogo argentino Mario Bunge, la ciencia es la construcción cultural de la especie humana que más nos acerca a la verdad de los hechos y las cosas. Como tal, el conocimiento científico y sus caminos no son una cuestión de señores encerrados en laboratorios sino de toda vecina que quiera profundizar en la comprensión de lo que ocurre.

Todos tenemos teorías acerca del funcionamiento de lo que nos rodea. No podríamos vivir sin ellas. Esas teorías, las explicaciones que nos damos y sobre las que basamos nuestras conductas, mejoran si las sometemos a los tamices que requieren los postulados científicos.

Por ejemplo, aceptar que podemos estar equivocados. El primer precepto metodológico es que siempre puede aparecer una explicación mejor, la ciencia no puede cerrar oídos a ellas. Siempre es abierta e incorpora hipótesis novedosas. Es explicativa y generalizable en cierto grado según el orden de las proposiciones. Establece conceptos, categorías y relaciones entre ellos, si puede establecer causalidades entonces quizá podamos prefigurar alguna ley científica, máximo logro de un investigador. Aún las leyes más establecidas están sujetas a falsación, siempre la realidad dará cuenta de la bondad de las teorías.

Javier Milei se presenta como un teórico, ofrece explicaciones locuaces del acontecer general, básicamente económico. ¿Son científicas sus explicaciones?
Decididamente ni su actitud ni sus proposiciones cumplen ninguno de los requisitos para incorporarlas al acervo científico. Hay variedad, dice mentiras, establece como ciertos hechos que son falsos, formula conceptos y relaciones desmentidas por la lógica y no verificables ni verificadas, y es impermeable al análisis y la crítica. De memoria ejemplifico con la cantidad de veces que repitió que Argentina fue primera potencia mundial, sencillamente no es cierto, no sólo no es cierto, es un mentira alevosa que verifica quien haya pasado por la vidriera de una librería que exhiba un libro de historia.

La Academia, incluyendo en este concepto universidades, educación superior, centros de estudios, asume que la docencia e investigación se realizan bajo el rasero de metodologías compatibles con la ciencia. Las teorías que enuncia Milei, que no deberían estar en ninguna universidad, lamentablemente sí lo están. Del mismo modo que pregonamos educación laica y encontramos virgencitas en miles de aulas, decimos ciencia y encontramos profesores que ensañan groserías similares a las que espeta Milei.

Es decir, existe un “adoctrinamiento” pero es exactamente inverso al que sostiene el presidente. Suele ocurrir en economía política. John Kenneth Galbraith llamaba “virtud social conveniente” a aquella tendencia de ciertos economistas profesionales a decir justo aquello que viene como anillo al dedo a los ricos y poderosos, por lo cual son recompensados con cátedras, premios, publicaciones, dinero por supuesto. En el caso que tratamos, con un puesto de presidente-gerente.

Esta semana se produjo una contradicción flagrante entre el discurso y las acciones. El mismo gobierno que permitió la desregulación de las prepagas utilizó todo su poder de fuego, de modo no democrático, ni republicano, ni institucional, para someter a escarnio a Claudio Belocopitt, presidente de la Cámara de esas empresas y anunciar una re-regulación en los hechos de los precios.

El engaño, el fraude es múltiple. En primer lugar es sabido por cualquier persona sensata que no tenga anteojeras ideológicas que la estructura productiva argentina (vale para el sector de Belocopitt) es monopólica u oligopólica, que frecuentemente se carteliza. ¡Vaya liberales! El mismo Adam Smith comentaba en …La riqueza de las naciones que “Es raro que se reúnan personas del mismo negocio, aunque sea para divertirse y distraerse, y que la conversación no termine en una conspiración contra el público o en alguna estratagema para subir los precios”. Milei ha presentado una novedosa teoría a favor de los monopolios, que aplica en la práctica para sufrimiento de los argentinos, pero en este caso, reculó. ¿Será porque afecta a los sectores más acomodados en términos de ingresos?

El recule no fue institucional como corresponde al Estado, es decir a través de normas que respondan a los parámetros constitucionales y administrativos sino de aprietes que incluyeron personalmente a Belocopitt en una acción más parecida a un cierto terrorismo paraestatal.

Luego, si eso es válido para las empresas de medicina pre-paga, ¿no lo es para electricidad, gas, combustibles? Por supuesto que sí pero el gobierno no podrá admitirlo sin vaciarse ideológicamente.

Una coda sobre la salud. Aún para la teoría ortodoxa de la economía, la salud no puede (o no debe) ser un negocio. La misma idea de MERCADO supone individuos libres, que pueden elegir, optar. Si a usted un médico de confianza le dice que el único tratamiento (o el mejor) para salvar una hija es TAL, usted. no es libre, usted. seguramente hará lo que sea para conseguirlo. No hay libertad cuando hablamos de salud, por eso aún bajo la ortodoxia (que no compartimos) debe ser regulada.

Seguramente seguirán apareciendo vaivenes entre el Milei predicador de una distopía fundamentalista de la esclavitud y el pragmático superado por la realidad. De lo que estamos seguros es que cada una de esas decisiones será para mal de los argentinos, por la calaña moral de los decisores y por su proyecto político económico.

 

 

 


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