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10 de junio de 2024

Día del periodista sin libertad

  •   Por Carlos Almenara
           

Este 7 de junio se celebró el día del periodista en un marco de profunda tristeza. La situación de la comunicación social pocas veces ha estado más degradada, si es que alguna vez lo estuvo.

Los trabajadores de Télam siguen en lucha. En Mendoza se realizó el jueves un abrazo simbólico a Radio Nacional. En San Rafael LV 4 también ha visibilizado su reclamo.

Los trabajadores de prensa están, lógicamente, angustiados por la incertidumbre sobre su futuro laboral. Sin embargo, la comunicación social tiene una importancia muy distinta y superior a sus trabajadores. Si cualquier empleo que se pierde es de lamentar por la situación humana y económica que involucra, el caso de los medios de comunicación masiva tiene implicancias adicionales. Menos voces, menos pluralismo, orientación de qué se dice y que no, tergiversación de qué se entera y de qué no la población condicionan la democracia de un país.

Argentina está en emergencia en cuanto a libertad de expresión. Digámoslo más claro: no hay libertad de expresión en Argentina, con ello, la mayor parte de la población está manipulada por mentiras, manejo de emociones y estigmas sistemáticos por un hato de propietarios de medios de comunicación en alianza con intereses económicos concretos. Tienen a su servicio políticos y jueces.

Es necesario comprender que la comunicación social no es un kilo de manzanas, no es una moto. La comunicación no es un producto, es la argamasa con la que se construye sociedad. Por eso es generalmente (no siempre) un error cuando se señala que un gobierno tiene “problemas de comunicación”, mayormente son problemas políticos, que, lógicamente se expresa en decires y mostrares.

Cuando la comunicación social está atacada, como hoy, son la democracia, la república y la construcción del lazo social las que se ven menoscabadas. Es la propia vida comunitaria la que se pone en discusión.

Si repasamos los casos recientes es para alarmarse a niveles extremos. Milei habla de “periodistas ensobrados” pero no denuncia ante ningún juez, siendo que todos los jueces hasta ahora le dan el gusto y que él (o su gente) es el único ensobrador conocido y posible,  promete a medios hacerlos quebrar, se burla de periodistas, los amenaza, manda su ministro ¿de Justicia? a denunciar periodistas, cierra Télam y medios públicos como dijimos, prohíbe Telesur por razones ideológicas como en la dictadura.

Estos días se conocieron las pruebas de una de las mentiras del presidente: dijo que no habría pauta publicitaria estatal pero resulta que a través de YPF llenaron de bolsos de plata a sus “periodistas” y medios bufones propagandistas.

Señalamos a Milei pero no es el único foco desde el que se agrede a la libertad de expresión. La verdadera especificidad nacional es que el ataque a la expresión viene de corporaciones mediáticas convertidas en máquinas de sometimiento de la democracia. La principal, el grupo Clarín.

El grupo Clarín mantiene la posibilidad de construir agenda, es decir, decidir de qué se habla y de qué no, con sus más de 300 medios de sur a norte. Si le sumamos sus alianzas formales o informales, los medios que lo siguen por adhesión doctrinaria, y los que lo siguen por repetir lo más escuchado; es absolutamente imposible dejar de escuchar sus mentiras, su manipulación sistemática para ningún habitante.

En la provincia de Mendoza pasa lo mismo o peor por la tutela del señor feudal Cornejo sobre todo lo que digan los medios. También en cuanto a los cierres de medios, tal el caso del noble Canal Acequia.

Como pocas veces, o, en realidad, como deberíamos hacerlo siempre, es menester recordar los aspectos liminares del luminoso periodismo argentino. Como que el día del periodista recuerda el “pasquín” revolucionario de Mariano Moreno, el epítome de la prensa militante, o, a otro de nuestros periodistas ejemplares, Rodolfo Walsh, y hacer de la verdad una causa militante.

En este tiempo distópico cobra mayor vigencia la sentencia de George Orwell: «En una época de universal engaño, decir la verdad constituye un acto revolucionario» y como recordamos cada 7 de junio con La Gazeta de Buenos Aires, el periodismo puede (y debe) ser un acto revolucionario.


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