Muchos de los pacientes adultos mayores concurren a terapia con problemas de sueño, fatiga y tristeza. Esta situación pocas veces es tenida en cuenta por los familiares. Pasan desapercibidos ante nosotros y no nos damos cuenta del dolor que sienten.
Depresión en la vejez
Esta realidad es tan común en nuestros días que pareciera que lo patológico, se vuelve normal. En efecto a veces se tiene la creencia de que sentirse deprimido es parte normal del envejecimiento, por el contrario, lo normal es que el anciano se sienta satisfecho con su vida. Cuando la depresión no se diagnóstica ni se trata causa un sufrimiento innecesario tanto para la familia como para la persona.
En el consultorio escuchamos a diario frases como: -¿A quién le importo? – ¡No quiero nada de nada! ¿Para qué estoy? Y otras aún más fuertes como: – ¡Me tratan como un perro! -Espero que Dios me llame pronto pues vivir así no tiene sentido-. La verdad es que en estos casos las personas se encuentran en una pérdida del gusto por vivir, en donde su relación con el mundo se quiebra.
Esto sucede porque se experimentan fuertes cambios en cada una de las dimensiones de su persona. En la dimensión física: el deterioro normal, la pérdida de capacidades y la irrupción de distintas enfermedades que aquejan al anciano le aseguran que hay algo que está cambiando abruptamente. En el plano social, se produce una severa modificación de su rol a raíz del alejamiento del mundo laboral, que los puede llevar a considerarse improductivos, a la vez que deben enfrentarse en muchas ocasiones a la pérdida de amigos y seres queridos. En el aspecto psíquico, se descubren mirando hacia atrás, y en esta mirada retrospectiva de sí mismo, observa qué hizo, qué dejó de hacer y se califica. Y ahí está enfocada su emocionalidad.
El futuro es atemorizante, es su pesadilla porque la muerte deja de ser una idea para pasar a ser una posibilidad muy real “Me lo dicen mis amigos que van cayendo delante de mí, muy cerca de mí”. Entonces desean caminar de espalda a la muerte, revitalizando el pasado en donde fueron felices y molestos por el presente que les toca vivir.
¿Qué hago ahora? ¿Qué sentido tiene mi vida en este momento? ¿Soy importante para alguien? Esta y otras preguntas son parte de su cotidianeidad de manera conciente o inconciente. Dependerá entonces de la respuesta que puedan darse a estas preguntas y los sentimientos que se generen. Evidentemente si no hay proyectos a futuro, si no encuentran un sentido o no se sienten importantes para alguien, surgirán la tristeza y la agresividad.
Es necesario que sientan que son parte del mundo, que son causa del deseo de otros y que sus sentimientos importan. Y para eso nada mejor que dedicarles tiempo y escucharlos. Es importante hablar explícitamente de los sentimientos que los acusan día tras día ya que evitar estos temas solo incrementa el aislamiento interno.
Tal vez así podamos ayudarlos a ver los graneros pasados de su vida, lo que llenaron y estimularlos a que se animen a proyectar, a disfrutar, en fin a reconciliarse con el presente y con el futuro.
Lic. R. Emanuel Sambataro. Psicólogo. M.P 2595
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