En el viejo teatro que se levanta en el Sportivo, solían representar obras de todo tipo. Cuando entraba la noche el empleado, el almacenero y otros se transformaban en sagaces personajes. ¿Quién dirigía la orquesta? El boticario del pueblo
Como tantos otros extranjeros y forasteros que se afincaron en nuestra tierra, D. JOSE ADRIANO PUJADAS, nacido en San Juan dejó como herencia a la comunidad lavallina una existencia marcada por un profundo sentido progresista y solidario. Pasó por momentos dramáticos, pero no fue óbice para mantener permanentemente su esencia humanística. Se casó, y tuvo una hija que falleció cuando todavía era bebé. Casi de inmediato falleció su esposa. Casado en segundas nupcias, tuvo tres hijas, pero también sufrió la pérdida de su compañera cuando aún sus hijas eran chicas. Pujadas llegó a estas tierras allá por la década del 20, era boticario, según se le decía entonces a los farmacéuticos. Pero además, urgido por las circunstancias, ejerció la profesión de médico, ya que el que sí lo era, una persona de nacionalidad rusa, llamado Nazovski, se fue de la comarca. Pero Pujadas no escatimó conocimientos y dedicación, honradamente, para paliar, al menos, los dolores de cuanto paciente pedía sus servicios. Con igual empeño, se dedicaba a ampliar sus conocimientos, acudiendo a la lectura, a cuanto papel escrito cayera en sus manos. Pero marcó un antes y un después en la historia cultural de nuestro Departamento, pues creó un grupo teatral y consiguió la casa de un señor Vargas que estaba equipada, precisamente, como una sala para teatro, con butacas y todo. Se recuerda, al respecto, que dio una obra de Florencio Sánchez, la denominada «Los Chicos Crecen», un clásico del teatro rioplatense. Tuvo tal atractivo que, según se cuenta, debió dar varias funciones con dicha obra, tal vez la primera de esa envergadura en estos lares. No cejó en esta vocación artística y cultural, y trasladó el quehacer teatral a lo que fue el Club Sportivo, que también contaba con una sala con los elementos teatrales adecuados.
Formaba los grupos artísticos con la gente común, los vecinos, dando un tinte vanguardista al quehacer. Como aquella que vino después de la Segunda Guerra Mundial, en la escena italiana -teatro y cine- en que las grandes obras que se dieron, en lo que se denominaba el realismo, los principales intérpretes eran personas sin ningún antecedente en la materia. En esto, Pujadas fue un adelantado, como lo era para nuestra sociedad su permanente actitud solidaria con los niños, especialmente, y todas las personas que le solicitaran un servicio. Se cuenta, por ejemplo, que tenía un auto tipo sport, descubierto. La fiesta colectiva más importante en ese entonces era el Carnaval. Para evitar el polvo que se levantaba en las calles por los carros alegóricos, Pujadas se esforzaba también en traer del campo, que era cercano, arbustos y otras yerbas, los llamados carrizos, que tendía en la calle y de esa forma evitaba el tan molesto polvo que se levantaba. En un momento aceptó ser comisionado municipal, tan sólo por cumplir con su conciencia solidaria, pues el cargo estaba peligrosamente vacante por cuestiones políticas. Y por eso, renunció a los tres meses. Es que Pujadas no tenía posiciones políticas partidarias, ni tampoco se le conocía como un ser religioso. Pero claro, era algo más que esas identidades, y por eso lo recordamos con el mayor de los respetos, pues, indudablemente, era un ser que respondía, sin pausas, a sus más íntimas y profundas convicciones humanas.