Decía Mandela “la muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré para la eternidad”.
Decía Mandela “la muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré para la eternidad”.
Para los que crecimos viendo por televisión la figura de Mandela y su lucha, nos parecía un líder “neutral”, algo así, como alguien distante, como perteneciente a un mundo diferente. Y tal vez era así, o no. Acostumbrados a nuestra cultura, fruto de la inmigración, no entendía como podía existir un régimen tan abominable como el Apartheid. Aunque es cierto, que en mi propio país habían actitudes discriminatorias, no al europeo, pero sí se notaba con el hermano latino, con el peruano, el paraguayo, o con el hermano boliviano.
No eran tiempos de internet, y la información circulaba en los libros, en la Tv, o en el suplemento especial del día domingo en Los Andes.
Pero recuerdo que se lo mostraba como una mezcla de líder edulcorado, y un salvador o un mesías despreciado por su esposa, o sus camaradas, o lleno de intrigas palaciegas a su alrededor.
Recuerdo también, que era poca la militancia, no que no lo reivindicara, pero sí que lo reconociera.
Y Mandela, estuvo nada más lejos de ser “neutral”.
Tomó partido por los más débiles, y el Congreso Nacional Africano, el movimiento político que él creó, fue el aglutinador de todos los sectores que se oponían a un régimen oprobioso en lo racial, pero también en lo económico, político y social.
Mandela no era un líder light, como lo trató de universalizar la prensa occidental. Fue todo lo contrario, un líder con las convicciones que pocos gobernantes tienen, y con la capacidad para resistir, y salir con más fuerzas que antes. Tal vez los 27 años ¡27 años!, que pasó preso dan testimonio de ello. La diferencia de Mandela con el resto residía, tal vez, en que como pocos, era una persona que tenía la capacidad de perdonar, porque entendía a la gente tal cual era. Y que por tal, era un tipo misericordioso.
Y eso hizo la diferencia. Dos capacidades, dos valores. Dos formas de entender la vida, y acaso también la muerte.
Será por eso, que como dijo el propio Mandela: “dormiré para la eternidad”.
En paz.
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