El equipo xeneize superó en Córdoba a Defensa y Justicia; el Apache también erró un penal; Lanús será el próximo rival.
CÓRDOBA.- Carlos Tevez es Boca. Nada de ecuaciones inversas. No hay vueltas. Es real que las instituciones están por encima de los nombres, es inapelable. Sin embargo, en este contexto el ritmo de las pulsaciones xeneizes son las que suda el Apache. Y es simple: por más que él proponga correrse, le resulta imposible. Ni una capucha sobre su cabeza puede sacarlo de allí, de ese lugar de influencia extrema. Las especulaciones las aniquila con apenas un chasquido de dedos. Porque la catarata de conjeturas y juicios de valor que se hicieron sobre él tras el incidente con Ezequiel Ham (ayer fue operado por segunda vez) iban a ser los disparadores para tratar de explicar por qué falló un penal aquí, anoche, ante Defensa y Justicia. Que su ánimo no era el mismo, que otro debía tomar esa responsabilidad, que la tristeza por lo que sucedió en la Paternal lo dominaba? Todo podía ser atendible. Pero no lo fue. El Apache no quiere ser uno más y hasta el destino parece encaprichado en no permitírselo. Porque mientras en el cuerpo técnico extreman los cuidados sobre su precario estado físico, él corrió 30 metros a una marcha superlativa para aprovechar una salida en falso del arquero rival y marcar el gol que abrió el camino a las semifinales de la Copa Argentina .
No es un torneo que lo desvele a Boca. En otro contexto, quizás el entrenador Rodolfo Arruabarrena hubiera elegido preservar a sus mejores hombres. No ahora, porque la entidad de la Ribera sabe que no puede dejar escapar una chance de ganar, porque acumula más de tres años sin festejos y porque River le hizo demasiado daño con las eliminaciones y las conquistas de las Copas Sudamericana y Libertadores. Por eso también Boca se jugó su última ficha con la vuelta de Tevez y el número 10 xeneize demuestra que su retorno representó la mejor fórmula para calmar ansiedades, afuera y adentro. Porque su influencia se demuestra en que chicos como Andrés Cubas pierdan las timidez para sacar un bombazo que quemó el arco de Arias, el arquero de Defensa y Justicia.
No se puede relajar este equipo, porque tiene debilidades, de la misma manera que no se puede dar el lujo de prescindir de Tevez. Anoche aquí quedó en evidencia que aún cuando su cuerpo le pide a gritos un descanso, que su ánimo está afectado por el tema Ham (la crueldad desatada por las redes sociales fue lo que más lo afectó) y que los dolores en la cintura no lo dejan en paz, tiene una marcha más y ese es el combustible que motoriza a Boca en esta instancia de definición. Porque no será nada simple el escenario. En las semifinales de la Copa Argentina lo espera Lanús, pero también por el torneo local tendrá que lidiar con rivales como Racing y Rosario Central. O como con el Banfield de Claudio Vivas en la próxima fecha.
Los xeneizes respiran y se ilusionan porque Tevez les da ese aire y porque todo se reduce a él. La gente anoche aquí se lo hizo saber y el Apache respondió tocándose el escudo que tiene sobre su corazón, ese músculo que alimenta su obsesión de poder ser campeón en la Copa Argentina y en el torneo local. Porque Tevez es Boca, no cabe ninguna duda.
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