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30 de noviembre de 2015

Racing cambió la historia con el triunfo más deseado

  •   Por Jorge Abalo
           

hacía 14 años que Racing no ganaba en la cancha de Independiente, el día que iba con un solo delantero no parecía la propuesta más ambiciosa para clausurar una racha tan adversa. Y más si uno de esos atacantes de menos era Diego Milito. Además, se podía intuir y justificar cierto conservadurismo en el planteo porque la serie se definirá el próximo domingo en el Cilindro. Pero ni la escasa dotación ofensiva ni los cálculos especulativos les impidieron a la Academia conseguir un triunfo al que se le puede dar una mano de barniz histórico. Porque ganó el clásico donde habitualmente no lo hace y porque le permite poner un pie en la próxima Copa Libertadores.

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Quizá le haya sobrado un gol al éxito de Racing, pero no se le puede quitar merecimientos. Tuvo lo fundamental: fuerte personalidad, aplomo, cohesión entre las líneas y solidez. El compromiso nunca le quedó grande, siempre estuvo a la altura. No le sobrevolaron los fantasmas de un escenario que normalmente le trae malos recuerdos. Fue ese equipo duro y competitivo que hace un año se consagró campeón local, hizo un papel aceptable en la Copa Libertadores y en el último torneo casi nunca se desenganchó del lote de los primeros.

Es cierto, Racing tuvo un solo delantero, pero si ese único exponente es Bou, el desamparo no es tan grande. Su agresividad y fiereza le permiten sobrevivir en condiciones que no aparentan ser las ideales. No se muere de soledad por no tener un socio. Le basta con que le hagan llegar alguna pelota. Y no necesita recibirla en una situación ventajosa para ser incontenible. Pasaba poco y nada en el clásico, entre dos equipos que se anulaban y estaban imprecisos. El panorama de un empate cerrado satisfacía más a Racing. Hasta que llegó un largo saque de arco de Saja y Acuña peinó una pelota que le cayó a Bou. En un partido en el que nadie se enchufaba, la maniobra del entrerriano fue como un descarga eléctrica, sobresaltó a todos por su potencia y quiebres para engullirse sucesivamente a los dos zagueros centrales (Pellerano y Cuesta) y definir sobre la salida de un Ruso Rodríguez que lejos estuvo de intimidarlo.

El clásico pasaba a ser de guapos como Bou, pero también de los jugadores que mejor resistieran al dolor de las lesiones. El uruguayo Cristian Rodríguez había empezado bien, daba muestras de su calidad, pero una molestia muscular no del todo curada durante la semana había recrudecido y su presencia en la cancha se fue difuminando. Del otro lado, el paraguayo Romero arrastraba desde hacía varios minutos una entorsis en un tobillo. Estaba para ser reemplazado, pero imbuido de ese espíritu positivo que unió a todo Racing, antes de que lo sustituyeran sacó una media vuelta de zurda desde afuera del área que entró junto a un palo. Fue una gran definición. En tres mintos (37 y 40), sacaba dos goles de diferencia. Dejaba conmocionado a este Independiente que extrañó más a Jesús Méndez que Racing a Milito. El Rojo no pudo cubrir la salida limpia y la distribución que le da el volante mendocino, que cumplió la fecha de suspensión.

A Pellegrino no le funcionaron Pisano y Benítez (bastante por debajo del nivel de los últimos partidos), ubicados sobre las bandas con perfil invertido. Ortiz naufragó en el medio y el volante Diego Rodríguez condicionó más a su equipo con la expulsión por un planchazo a Bou.

A falta de delanteros, el mérito de Racing fue que contuvo a Independiente lejos de su área. Lollo y Sánchez adelantaban la línea de presión y el rival se ahogaba, se quedaba sin ideas, no disponía más que de la pujanza de Tagliafico en las proyecciones y los movimientos inteligentes de Vera. Los dos se llevaron el reconocimiento de los hinchas. Las entradas de Aquino y Lucero tampoco le dieron más profundidad al Rojo.

Sereno y firme, Racing defendió la ventaja. No se dejó llevar por la audacia para liquidar a un rival herido. Llegó tranquilo y sacó una diferencia como para estarlo mucho más el próximo domingo.


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