Hace 35 años yo había conocido ya casi todo el extenso secano de Lavalle; había aprendido bastante de su población y hasta me daba el placer de escuchar de los más viejos, relatos de ascendencia huarpe o de tiempos florecientes colmados de trigales y abundante pesca. Pero desde décadas atrás la sequía venía golpeando duro y no era cosa fácil habitar estos lares. Y menos aún atreverse dejar comodidades de centros urbanos para radicarse por aquí.
Entre quienes habían afrontado tal desafío, en El Retamo se encontraba el maestro Rosario Cardenio Otazúa, de personalidad dura y carácter difícil. Así parecía ser. Yo, por entonces, en visitas al lugar ya había cruzado algunas discusiones basadas en diferencias políticas. En mi interior algo me señalaba que no debía ir tan de prisa con esa personalidad.
Y no me equivoqué. Otazúa tuvo oportunidad de demostrarme cuanto sabía de solidaridad. Fue en pleno invierno, cuando una intensa lluvia de varios días nos impidió salir de esa zona mientras cumplíamos tareas del municipio. Ese periplo lo compartí con mis compañeros de tareas Miguel Morales (amigo ya fallecido) y Antonio Araujo. No viene a fin relatar los trastornos vividos entonces, aunque sí vale, que supimos de verdad el significado de quedar varados en una difícil picada, una tarde-noche invernal, con plena llovizna e incomunicados (en ese entonces ni hablar de telefonía). Luego de ser rescatados, el maestro abrió las puertas de su casa y de la escuela entonces en construcción, además de ofrecernos abrigo y alimento por casi cuatro días.
Sin dudas, quedamos más que agradecidos de su afecto y la bondad de los vecinos del pueblo. Tal experiencia me permitió conocer, no solo que estas eran acciones corrientes, sino que, además con su compañera de vida Adelina Godoy, siempre estaban listos para prestar ayuda. Simultáneamente supe interpretar que por ese tiempo se necesitaba convicción y pasión para enfrentar el desafío de radicarse en esta zona para dedicarse por entero a la educación. Por eso lo creo merecedor del homenaje pos mortem que se le realizó meses atrás, al designar con su nombre «La casa solidaria» construida en El Retamo con el aporte conjunto de la comunidad, el municipio, la administración Parque de Las Quijadas entre otras organizaciones.
Reconocimientos al servicio público
También fue nombrada como persona destacada de la comunidad, Adelina Godoy, la primera enfermera que llegó a El Retamo con dedicación exclusiva. Ella trabajó durante 38 años en el centro de salud y aún reside en la zona, aunque jubilada, es en muchas oportunidades el auxilio de las familias del lugar. Por cierto que tuve el privilegio de compartir buenas y ricas charlas con ella, siendo testigo de su disposición para atender a quienes acudieran con dificultades de salud. Por ello también entiendo meritoria la resolución del Concejo Deliberante de Lavalle por la que efectúa dicho reconocimiento.
Para ambos mi recuerdo, ya que en numerosas charlas con colegas de la comunicación o con los miembros de Fundación Ceraya, nunca dudé en explicar que, radicarse en ese extenso secano cuatro décadas atrás, no lo asumía cualquiera. Y por sobre todo, con total entrega a las necesidades sanitarias o a la educación.
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