Cuando de niños crecíamos en los barrios desfavorecidos de Douala, en Camerún, aprendí a contar con mis amigos para moverme por las calles desiguales donde jugábamos al fútbol. Entre los amigos que frecuentaba encontré camaradería y compasión. Entre los adultos encontré consejos, enseñanzas, apoyo y, a veces, algunos azotes por haber cometido alguna falta. Las circunstancias de mi crianza le dan un significado perfecto al dicho se necesita una aldea para criar a un niño.
Estas experiencias me hicieron resistente a los desafíos, una cualidad que resultó muy valiosa cuando llegué a Europa con 16 años para jugar al fútbol. En mi maleta traje un sueño y una pasión además de mi destreza para el regate y el ritmo para atacar y marcar goles, dos cualidades fundamentales para un delantero goleador. Esas habilidades futbolísticas aprendidas en la tierra irregular de Camerún me ayudaron a moverme con rapidez en los terrenos de juego llanos de Europa y me han llevado a participar en las principales ligas en España, Italia, Rusia, Inglaterra y Turquía.
Pero estuve a punto de no conseguirlo. Cuando era pequeño sufrí incontables ataques de malaria que podrían haber acabado fácilmente conmigo. Fui uno de los afortunados ya que la enfermedad ha matado a millones de niños en mi país y en toda África. Además, también alcancé la mayoría de edad en los años 90, una época en la que el sida parecía imparable. Vi cómo la gente de mi país sucumbía a la epidemia y las comunidades sufrían el peso de la enfermedad.
El coraje y la determinación son cualidades fundamentales en el fútbol y en la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria
Yo podría haber sido fácilmente una de esas personas que murieron a causa de estas enfermedades en mi comunidad. He aprendido a apreciar mis bendiciones y preguntar de qué manera puedo devolver lo recibido, cómo puedo contribuir en la lucha contra estas y otras enfermedades. Yo soy un jugador de fútbol, por supuesto, no un médico o un especialista en salud pública. Pero espero poder ayudar uniéndome a otras personas para jugar y ganar contra estas enfermedades. Tengo intención de alistarme para la batalla trabajando como defensor de la causa del Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria.
En la última década, el mundo ha realizado grandes avances contra estas enfermedades. Es posible que hayamos mejorado las estadísticas del VIH, la tuberculosis y la malaria, pero son demasiadas las personas que siguen muriendo a causa de estos males. Estos hombres, mujeres y niños representan demasiados sueños que nunca se harán realidad. Es por eso que debemos seguir presionando.
Espero contribuir con mi granito de arena compartiendo la historia de mi vida, pero es más importante la historia de las personas afectadas por estas enfermedades. Hay muchas y variadas historias. Son historias de chicas que han vivido para convertirse en médicas, maestras y agricultoras, que están ayudando a construir sus comunidades. Historias de chicos, como yo, que sobrevivieron a estas enfermedades y vivieron para jugar al fútbol, al baloncesto y a otros deportes a nivel internacional y han regresado para marcar la diferencia en sus comunidades y países. Estos hombres y mujeres no solo han vencido la enfermedad sino que también son agentes del cambio en nuestros países.
Confío en que con estas historias podamos impulsar al mundo para que aproveche nuestras diferencias y nuestras diversas cualidades y presionar en la lucha contra estas enfermedades con el objetivo de acabar con ellas. Estoy seguro de que con determinación y trabajando con la asociación del Fondo Mundial seremos capaces de escribir el último capítulo de estas enfermedades.
Espero aprovechar la experiencia que he obtenido en el fútbol para ayudar a mi país y a África
El coraje y la determinación son cualidades fundamentales en el fútbol y en la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria. Uno de mis momentos más memorables en el fútbol fue la final de laCopa Africana de Naciones disputada entre Nigeria y mi país, Camerún. Entonces yo era un adolescente, pero marqué el primer gol y participé en la jugada del segundo. Y acabamos ganando esa gran final en el lanzamiento de penaltis. Y después tuve ocasión de vivir otros momentos excepcionales en mi carrera.
De todo lo que he hecho en el mundo del fútbol, jugar para el equipo de mi país es lo que más me llena de orgullo. Desde la Copa del Mundo de 1998, donde representé a Camerún como el jugador más joven del torneo con solo 17 años. Que me convocasen para cumplir mi obligación con la selección nacional, el ser uno de los “leones indomables”, siempre ha sido un gran honor, una posibilidad de devolverles algo a las personas que me hicieron como soy. Llevo a Camerún en la sangre y cada vez que vestí la camiseta del equipo nacional fue una oportunidad única para mí y un gran orgullo.
Espero aprovechar la experiencia que he obtenido en el fútbol para ayudar a mi país y a África apoyando a la asociación del Fondo Mundial, que ha contribuido a salvar más de 17 millones de vidas, en mi país y en todo el mundo. El fútbol es una herramienta poderosa, un idioma que atraviesa fronteras. Es un idioma que podemos utilizar para combatir las enfermedades infecciosas, que tampoco conocen fronteras. Para derrotar a estas enfermedades será necesario que todos juguemos juntos. Es la razón de mi deseo por participar en el ámbito de la salud mundial. Quiero desempeñar un papel destacado en esta misión urgente. Considero que ayudar a salvar vidas es el partido más importante de mi vida.