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Locales

16 de noviembre de 2017

Una picada sin sentido se llevó la vida de un joven en Lavalle

  •   Por Franco D´Amelio
           

El pasado fin de semana, específicamente en la madrugada del sábado aproximadamente a las 03:30, Lavalle registró otra muerte en un siniestro vial. Se trata de Ángel Pereyra Mayorga, de 18 años, quien protagonizó un impacto entre su motocicleta y otra en el kilómetro 5 de la ruta 142.

Según la versión oficial dada a conocer por los medios hegemónicos, el joven se encontraba con su rodado a un costado de la ruta detenido cuando otra motocicleta conducida también por un joven lo embistió «por razones que se desconocen» provocando la muerte en el acto de Pereyra.
Un hecho extraño pero posible. Sin embargo, la verdad fue otra.

Si bien hay un fuerte secretismo en el ámbito judicial entorno a estos sucesos, ya desde la Justicia se habla de «una picada» en lugar de un mero accidente. Justamente, la versión que circuló en otros medios habría sido una elaborada por algunos de los protagonistas en la que se omitía que los acontecimientos habrían ocurrido en el marco de una carrera clandestina; algo inentendible en el primer departamento mendocino en tener un espacio legal para este tipo de competencias.

Fuentes cercanas a los involucrados pero que pidieron reservar su identidad afirmaron que los hechos se habrían dado de la siguiente manera: Pereyra y otro joven de aproximadamente 18 años se alistaban a competir en sus respectivas motos en la ruta 142. Al momento de iniciar, Pereyra arranca pero su contrincante nunca sale debido a un desperfecto mecánico en su vehículo. El primero continúa su marcha y se pierde de vista, pasa un tiempo considerable, el segundo logra reparar su moto y se dispone a competir con otro joven también en moto, se estima una 150cc.

En ese momento, en el que ambos competidores están apostados en paralelo sobre la ruta (uno en cada carril), Ángel Pereyra retorna de norte a sur con su rodado, los competidores y algunos acompañantes le empiezan a hacer señales son los brazos y sus celulares pero el joven-por motivos que se desconocen- habría proseguido su marcha e impactado de frente contra uno de los participantes de la picada clandestina. Testigos aseguran que las motocicletas que estaban por correr tenían sus luces encendidas.

Pereyra fallece en el lugar del impacto mientras que el otro lesionado hasta el cierre de esta edición continuaba internado en el Hospital Central y aun no se encontraría en condiciones de poder declarar sobre lo acontecido, según comentaron fuentes judiciales.

Un informante allegado a uno de los presentes comentó que ese grupo solía correr carreras clandestinas, primero en zona de El Vergel, pero ante los controles policiales se retiraron a la ruta 142 «porque ahí la policía nunca los controla».

Independientemente del caso antes narrado, es una realidad que desde las últimas décadas tanto la psicología como la sociología y la filosofía han identificado un fenómeno internacional: jóvenes que buscan poner en peligro sus vidas voluntariamente.

El filósofo francés Dany-Robert Dufour afirma que el origen de la violencia (y la autoagresión) en la juventud está relacionada a no encontrarle un sentido profundo a la vida cotidiana. Es decir, no encontrar un propósito que valga la pena ser vivido.

Desde este medio consideramos que si bien los controles familiares y estatales deben ser más eficientes, esa no es la respuesta final para evitar que los adolescentes se pongan en riesgo a sí mismos. La clave está en que cada uno -con la colaboración de toda la comunidad- valore la propia vida entendiendo que cada ser humano nace con un propósito y por ende es valioso, y que para conocerlo se debe apuntar a una búsqueda espiritual y no al sistema materialista que denuncia Dufour.


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