Evidentemente que la ausencia de teléfono ha sido una muestra de lo difícil que ha sido la semana pasada para el diputado Jorge López. Por más que se lo llamó una y otra vez, el teléfono jamás se atendió. Siempre tan diligente y moderado a la hora de atendernos el teléfono, esta vez fue diferente. Y si bien hay cierta lógica, no se entiende muy bien el por qué. La sociedad lavallina necesita de una explicación por parte del actual legislador. ¿Por qué?
Por dos motivos. En primer lugar, porque López fue el primero en hablar de la refuncionalización de la cárcel, y sabía desde el año pasado lo que se pergeñaba desde el poder ejecutivo. Lamentablemente no hubo comunicación para que pudiera aclarar lo que realmente significaba para él refuncionalización. Refuncionalización, que el propio López presentó como inversión en seguridad, aunque no explicitó para quién.
Y en segundo lugar, porque López es lavallino y es tal vez hoy el legislador más importante que tiene el departamento por su cercanía con el poder ejecutivo. Fuera de cualquier ironía, estos son momentos difíciles que atraviesa el departamento, y es menester dejar intereses partidarios y mezquinos, corporativos si se quiere, para jugar con la camiseta de Lavalle.
Tarifas y después
López sabe perfectamente lo que es ser productor, porque es hijo de productores. Y sabe lo que es ser comerciante, porque también lo fue. Sabe perfectamente que las heladeras en verano tienen que estar prendidas, tanto como las cámaras en las carnicerías. Sabe que no está en juego la rentabilidad de las fincas, ni de los negocios, porque es licenciado en economía, sino la propia supervivencia de sus vecinos. De los que lo vieron nacer, de los que lo vieron crecer, de los que lo vieron como saltaba a la popularidad, en medio de los oropeles de la política. Y sabe, que después de esto, difícil será su reencuentro con los lavallinos, aunque ande haciendo alarde por las escuelas de promesas de campaña. Complicidades de directores al margen.
López fue invitado una y otra vez a acompañar los reclamos de sus vecinos, sobre la locura que significan las tarifas, y en todo tiempo se negó. No sólo se negó, sino que terminó jugando en ambos temas como cómplice, de lo más abyecto de la política. La mentira y la indiferencia. Sin embargo, todavía está a tiempo, sólo tiene que imitar a sus héroes, como aquel que se animó a decir «mi voto es no positivo».
El pueblo de Lavalle lo está esperando.
Dios y la patria se lo demanden.
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