¿Creés que se puede? ¿Faltará mucho? ¿Vos pensás que la va a derogar? Acordáte que falta poco. Esta charla más charla menos, era lo que se discutía en los mentideros políticos, después de la conferencia de prensa de ayer, donde Suárez llamó al diálogo de una manera extraña, retando a todos los que se oponían a convalidar la nueva norma.
Eso en vez de generar calma, hizo lo contrario, supuso más descontento popular, pero a su vez, la posibilidad de estar cerca de la derogación.
Las marchas innumerables de ayer, masivas, pacíficas, las presiones del pueblo en las rutas, el llamado del peronismo a derogarla en un viraje de 180°, los reclamos de la gente en todos los distritos para que no se realizase la fiesta de la Vendimia, ícono de Mendoza, las presiones del turismo, las suspensiones de las fiestas en ocho departamentos, la presión sobre los intendentes radicales de parte de los pueblos, y fundamentalmente el papel de los y las jóvenes, que dieron una muestra cabal de amor a su tierra fueron los motivos por los que no le quedó alternativa al gobernador de mandar a la legislatura el pedido de derogación de la nueva y el lunes vieja norma.
El papel de las asambleas por el agua
Si hay algo que subestimó el gobernador y parte importante del peronismo fue el papel de las asambleas del agua. Siempre las tildaron «de unos loquitos hippies», como si ser hippie fuera peyorativo. Lo que no alcanzaron a comprender precisamente, es que las asambleas, numerosas algunas veces, escasas otras, tenían la mayor virtud que puede tener una organización: expresar el pensamiento y el sentir de la mayoría de la población. Y esa virtud, que en su momento supo comprender el peronismo y abrazarla, hoy quedó en manos de militantes que no pensaban en cargos electorales, ni en conchavos político. Por eso fueron creíbles cuando se pusieron al frente de las manifestaciones. Lo segundo fue el respeto por el resto de las manifestaciones populares, viniesen de donde viniesen.
Juventud divino tesoro
Si hay un sujeto que siempre supo de qué lado ponerse en esta historia, ese sujeto fue la juventud. Pero no una juventud edulcorada, ni aséptica, una juventud con un pasado cuya herencia cultural estaba muy arraigada fruto de las costumbres que la rodean. Esas costumbres, esa cultura, es la que les enseñó desde chicos, que el agua había que cuidarla porque en Mendoza escasea. Esa que las maestras sabiamente les inculcaron desde jardincito, esa que las autoridades del agua recomiendan cuidar todo el tiempo. Esa que desde todos los gobiernos habidos y por haber se esmeraban en transmitir. Eso confirmó un sentido común en el pueblo de Lavalle y de todos los pueblos de Mendoza, rurales o urbanos, porque el problema del agua puede ser más notorio en algunos sitios, (como en el secano lavallino), pero es un drama en todos lados.
Esa sentir, ese pensar, es el que hizo que la juventud estuviera dispuesta a resistir por entero, sin distinciones, sin prejuicios de ningún tipo, con algarabía, con emoción, dando una lección de civismo a los gobernantes que pretendieron hacer oídos sordos.
En esta historia cabe una alegoría de una canción bellísima de Violeta Parra, referida los estudiantes, que sirve cabalmente para entender el papel que jugó la juventud en esta bella obra que será recordada en los anales como un hito de resistencia en la historia de los mendocinos.
Para decir, para cantar, para gritar bien pero bien fuerte: no todo tiene precio, no todo se compra, no todo se vende.
Para decir, para cantar, para gritar bien pero bien fuerte: El agua de Mendoza… no se negocia.
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