El mundo entró en cuarentena y la desigualdad no se tomó un respiro, muy por el contrario, desde que comenzó la pandemia no ha parado de crecer. Entre tanto humo e incertidumbre las desigualdades aumentan a pasos agigantados, mientras que un sector de la sociedad discute la apertura de bares, shopping, gimnasios y demás, se pasan por alto las urgencias de quienes no salen en los medios de comunicación, aquellas personas invisibilizadas entre tanta desinformación.
Lxs invisibles de siempre, quienes la pelean en la cotidianidad, apoyándose en la comunidad y la solidaridad de quienes les rodean, que con mucho o poco hacen y comparten entre tanta incertidumbre. Entonces caes en cuenta de que no hace falta alejarse mucho para ver con los propios ojos la solidaridad que se comparte en estos tiempos. Sin ir más lejos a unos cuantos kilómetros de Villa Tulumaya, en Jocolí la solidaridad se hace presente cada viernes en la casa de Laura Carmona, quien en conjunto con otras personas llevan adelante la labor de aportar un plato de comida a las familias vecinas de la zona.
Desde hace unos cuantos años el merendero Ardillita, sostenido por vecinas de Jocolí, brinda un espacio en el que los más pequeños puedan concurrir a compartir juegos y la media tarde, pero desde que comenzó la pandemia y el aislamiento social cada viernes comienzan en la mañana a preparar el almuerzo para asistir a las familias.
Laura tiene 38 años, es madre, trabajadora, y estudiante del último año de la Tec. Superior en Comunicación Social. Hace 3 años comenzó con esta labor de colaborar con su comunidad a puro pulmón y con la ayuda de personas que logran ponerse en los zapatos de los demás.
“No se cómo hago, termino llegando, saco lo poco que me queda, tengo la suerte de contar con la colaboración de mi marido y vecinos, por ejemplo, Juanjo Argentini me hace un descuento en el precio de la carne cuando lo preciso para el comedor”. “Algunos chicos y chicas que vienen me comentan que no suelen comer muy a menudo comidas como milanesas y pasteles, entonces para fin de año nos propusimos hacer algo así, también preparamos chocolatada para la media tarde, incluso vinieron algunas mamás a ayudar. Además, cuento con el apoyo de pequeños productores de Las Violetas que a pesar de la situación por la que estamos pasando siguen haciendo lo posible para dar una mano con lo que hace falta”.
La solidaridad se hace presente para hacerle frente al individualismo y la frialdad de quienes miran hacia un costado, ajenos a las necesidades de otrxs. No se necesita más que el compromiso de algunas personas para hacer la diferencia, y lo que parece ser un grano de arena en el desierto, resulta más bien una gran labor. Faltan recursos de todos lados y a los que menos les sobra son quienes están a la hora de asistir a quienes más lo precisan.
“Esto lo sostenemos con mucho esfuerzo para brindarles una mano a quienes lo están necesitando, madres, padres, niños y niñas que con frecuencia pasan necesidades”. En su momento me planteé si seguir con el merendero o seguir con el comedor y llegué a la conclusión de que ahora lo que urge es un plato de comida caliente. Acá hace falta de todo, hay familias que no tienen si quisiera electricidad, o agua y nosotros aportamos lo que podemos»
La falta de acceso al empleo formal que garantice derechos laborales, la ausencia de servicios indispensables para la vida, la gran brecha tecnológica que ha desenmascarado el abandono del sistema educativo, el aumento de denuncias por violencia de género; el reclamo de los y las trabajadoras de la salud, el aumento de la pobreza a lo largo y ancho del territorio, parecen casi inexistentes como la parte de la población que las padece.
¿Hasta cuándo se intentará tapar el sol con un dedo pasando por alto las carencias de familias enteras? ¿Qué pasa con aquellas personas que no cuentan siquiera con agua potable para seguir las medidas de higiene y prevención durante la pandemia?…
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