Un excelente relato de una joven escritora del departamento, para compartir con nuestros lectores
Carla Roiz
Quién diría que Marco fuese capaz de tales atrocidades; yo solía en la tarde, a eso de las siete, cuando él llegaba del trabajo, escuchar sus gritos mientras Marta obedecía y se callaba; así como si retara a un perrito que sabe que hizo algo mal. Hasta este lado de la medianera se podía sentir cuánto le temía ella a su marido, también como se sentía el olor a tortitas quemadas.
-¡Ni eso podés hacer bien! ¡No sabés hacer nada, mujer! Aquellas palabras eran el himno de medianoche en la casa de al lado.
Nada era para tanto, ¿o sí?
El hijo de aquellos dos no sabía andar muy seguido por acá, no le gustaba. Según oí, Marco también lo golpeaba de chiquito y él se fue de la casa ¡Te olvidaste a tu mamá Martín!
Ahora está casado y tiene una hija pequeña; según dicen en el barrio él sigue los pasos de su papá, como si eso no le hubiera causado demasiados daños también a él. Siempre me dio mala espina Martín, desde que me cortaba las flores a propósito antes de irse a la escuela. Cortar flores por maldad puede significar solo una cosa.
Marta era una mujer de pocas palabras; siempre pasaba desapercibida, hasta con ese color violeta en la piel nadie la veía, se debe haber sentido muy sola para quedarse viviendo en aquella casa. Nunca pensé que el silencio de aquella mujer hablara más que sus cortas y tambaleantes palabras. Pero ahora las noto en el silencio, siempre escucho tu silencio Marta.
Marco parecía un buen hombre cuando estaba fuera de su casa, parecía.
Aquella noche entre los himnos habituales de la casa de al lado se sintió un grito pero no era la voz de aquel hombre. Era Marta, ¡Marta le había gritado a sus miedos! Lo estaba dejando. Lo que pasa a continuación cualquiera de ustedes se lo hubiera imaginado. Marco no iba a dejar que ella se fuera.
Perdón Marta; vengo de parte de la humanidad deshumanizada a pedirte perdón. Perdón Marta; vengo de parte de la vecina de al lado que nunca supo escuchar tus silencios y que ignoró la violencia de Marco. Perdón por no marcar el teléfono cuando escuché aquel ruido, no sabía que ese golpe iba a ser el que te dejara sin vida. Perdón Marta; vengo a pedirte perdón de parte de la ley por dejar a Marco impune. A veces lo veo en el negocio de Nancy y no me atrevo a mirarlo, sus manos, sus manos tienen parte de tu piel y de tu sangre, siempre será así.
Perdón Marta.
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