Por Carlos Almenara
La Cámara de Diputados de Mendoza aprobó una resolución que constituye una deshonra gravísima. Costará mucho reparar ese baldón institucional.
En una mezcla de ignorancia con prepotencia, arrogándose competencias que no tiene, sin saber pero imponiéndose como autoridad en materia científica, Diputados aprobó, con una mayoría en que el oficialismo macrista radical votó disciplinadamente y, además, contó con algunos apoyos del Partido Justicialista, un despacho de mayoría que puede consultarse en este link:
https://www.hcdmza.gob.ar/site/noticias/7903-tras-las-rondas-de-consultas-derechos-y-garantias-emitio-su-opinion-sobre-la-cuestion-mapuche
Sus dos primeros artículos, con palabras que respetan el glosario legal, vienen a decir que están enojados con la prórroga de una ley nacional y con los reconocimientos del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas a comunidades mapuche del sur mendocino. Hasta ahí uno podría criticar la resolución, podría señalar injusticia y falta de empatía con campesinos humildes, con comunidades que mantienen una cultura ancestral perseguida, pero no habría gran novedad. El mayor problema es el Artículo 3ro.
Art. 3°. Afirmar con base en los aportes científicos, históricos, antropológicos aportados al momento del tratamiento en comisión por especialistas en el tema indígena, que los mapuches no deben ser considerados pueblos originarios argentinos en los términos del art. 75 inc. 17 de la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales.
Esta enormidad, en cuatro renglones, da por tierra con 400 años de ciencia y epistemología modernas. Y con casi 250 de lucha por la ciudadanía y derechos de hombre.
La verdad científica no se establece por una ley de una Legislatura. Es una brutalidad impropia, que los mendocinos no merecemos. Si Cornejo y Suárez feudalizaron la provincia al destruir su industria y pervertir sus instituciones republicanas, esta resolución legislativa de gente que les responde disciplinadamente, sería el Torquemada que completa el cuadro.
Los antropólogos más destacados no tienen dudas de la presencia ancestral mapuche en Mendoza, el debate es tan ridículo que discutimos estrictamente si hay mapuches en Malargüe, cuando Malargüe es una palabra mapuche.
La verdad científica se establece con los cánones propios de la investigación, no con los votos de una legislatura. Como alguien decía por estos días, ¿qué sigue? ¿votará la legislatura que la Tierra es plana? ¿Por qué no pedirle que declare nula la ley de la gravedad de Newton así saltamos más alto y nos divertimos? El acto de arrogancia sólo manifiesta el afán censor y autoritario de los legisladores.
Hay que decir que consiguieron exponer en la Comisión de Derechos y Garantías algunos profesores universitarios conmilitones de la mayoría radical cuyas consideraciones los descalifican como académicos. “Los mapuche no son argentinos” dijeron. Falso, doblemente falso, múltiplemente falso. Los pueblos originarios cambian, se relacionan, sus culturas están vivas y, sólo para decir algo provocador, muchos indígenas hablan por celular. Así es que la pretensión historiográfica con que el discurso fascista intentó desacreditar a las comunidades originarias: “no hubo mapuches en Mendoza porque las tribus del sur provincial fueron Puelches y Pehuenches” desconoce que esos pueblos atravesaron sucesivos procesos de asimilación y lo que hoy llamamos “mapuche” los integra como tradición y como pueblos.
Pero, en todo caso, ¿de quiénes hablamos?
Concretamente de las personas de las que tratamos, de las tres comunidades de pueblos originarios (mapuche) que fueron reconocidas por el INAI son campesinos humildes, que tienen DNI argentino y que habitan desde siempre en Mendoza. Así que si la Legislatura dice que los mapuche no son argentinos hablará entonces de otra gente y no de las comunidades reconocidas.
Genocidio y etnocidio
Manuel Corominola, conocido periodista mendocino y literato de nota, realizó una profunda investigación para su novela “El extraño caso de la señorita del Pasaje Sotomayor. Y el primer genocidio argentino”. Sus referencias, corroboradas por múltiples investigadores, documentan un genocidio de 200.000 aborígenes entre 1860 y 1880. El mayor genocidio de nuestra historia. El relato de Manuel en relación a lo que pasó en esos años en Argentina y en Mendoza es estremecedor. Diez mil indígenas llevados caminando encadenados por mil quinientos kilómetros a Buenos Aires, sólo llegaron 600. Como no tenían para alimentarlos, les obligaron a practicar el canibalismo. Los que llegaron a Buenos Aires fueron, primero, recluidos en la Isla Martín García, y, luego, distribuidos como esclavos en las familias acomodadas. Eso hicieron nuestras oligarquías con el pueblo mapuche.
En este link podés escuchar la entrevista a Manuel Corominola:
https://archive.org/details/entrevista-a-manuel-corominola-080722
Una de las cosas que se escuchó estos días, en boca del historiador radical (por militante de la UCR) Pablo Lacoste es que “en Argentina hay que reconocer el mestizaje, no las razas”. Una ensalada importante. La defensa del derecho de las comunidades originarias a su cultura y a su lugar en el mundo, no conlleva un concepto “racial”. De hecho, el criterio que sustenta la sabia legislación nacional en materia identitaria no se funda en ningún “análisis de ADN” sino en las pautas culturales y en la identificación que libremente adoptan personas (ciudadanos) libres. Así la propuesta de mestizaje de Lacoste (el intelectual estrella de los argumentos racistas de la mayoría radical-por UCR-) supondrían un etnocidio de hecho, la eliminación de comunidades, de culturas, que, como vimos, no se definen por “razas”, concepto que sí parece tener un resurgir fantasmático en el gobierno de ultraderecha mendocino.
Incitación a la violencia
La resolución de Diputados no tiene implicancias directas en lo normativo porque es una declaración pero sí supone una carga extra de agravios que tienen que padecer las comunidades humildes que luchan por sus derechos.
Las marchas amenazantes en su contra, el concierto monocorde de los medios hegemónicos que estigmatizan a los mapuche, ponen una carga de violencia al contexto de esta resolución que la hace imperdonable.
Entre los discursos de los legisladores hubo cosas tan disparatadas que merecen algún parrafito. Por ejemplo, Enrique Thomas sostuvo que los mapuche tienen una organización con sede en Londres y agrega “Esta expresión respaldada por un pueblo pirata como el inglés, nos hace sentir incómodos”. Más allá de la mentira alevosa y la mala fe de su argumentación, es desconcertante que esta declaración aparezca en boca de uno de los referentes locales de Patricia Bullrich, quien sostuvo recientemente que “las Malvinas se las podríamos haber dado a Pfizer”. Si efectivamente Thomas piensa que los ingleses son un pueblo pirata es de Lago Escondido y Joe Lewis de lo que deberíamos hablar, un lago robado a los argentinos violando la Constitución. Pero no, sólo son tramposos, mentirosos. El problema con este tipo de argumentación esquizoide es que envenena el debate público.
La oligarquía argentina masacró los pueblos originarios y se quedó con sus tierras. Así hizo buena parte de sus fortunas. Masacró a los gauchos, los persiguió y se quedó con las tierras que pudieron constituir un campesinado autóctono, en cambio prevaleció el latifundio. Una vez que el gaucho estuvo sometido, lo reivindicó como ícono de la nacionalidad para perseguir la nueva amenaza: el inmigrante comunista, socialista o anarquista que conformaba los primeros sindicatos obreros.
Si hay algo que ha demostrado la oligarquía argentina es su feroz criminalidad. El bochorno cometido por la Cámara de Diputados de Mendoza pone a los legisladores que lo votaron en ese lado de la historia. ¿Cómo pueden mirarse en el espejo?
Todos estamos en peligro. Si avanzaron contra humildes campesinos mendocinos, puesteros, mapuche, con derechos constitucionalmente consagrados, ninguno de nosotros está a salvo del gobierno de Suárez y Cornejo.
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