El miércoles pasado un productor caprino de El Retiro fue detenido y le decomisaron 17 chivos faenados de su propiedad, mientras los trasladaba desde su puesto hasta Costa de Araujo para su comercialización. Se trata de la familia de Griselda Agüero y Jorge Saccone, quienes producen en esa comunidad del secano lavallino desde hace más de veinte años.
Como muchas de las familias puesteras de nuestro departamento, la producción propia no alcanza para vivir y tienen que salir a trabajar afuera para poder parar la olla. Es así que Jorge salió el miércoles a la madrugada para llegar temprano a la finca en Costa de Araujo donde se desempeña como obrero temporario desde hace 18 años. Aprovechó el viaje en su camioneta para trasladar 17 chivos faenados, el producto de un año de trabajo, a compradores con los que ya había acordado la entrega.
Jorge recorre 36 kilómetros de caminos de arena, desde su puesto hasta la Ruta 142 (conocida como Ruta a Altas Cumbres), para luego realizar otros 80 kilómetros hasta Costa de Araujo. «Cuando paso por El Cavadito veo que se aproxima la luz de otro vehículo, muy rápido, y cuando llega atrás de mi camioneta prende las balizas y me hace tirar a la orilla» detalló el puestero en diálogo con El Despertador. Resultó ser la Policía Rural, «me detengo y me preguntan hacia dónde me dirigía y qué transportaba, yo les dije todo, que llevaba 17 chivos faenados de mi producción y que me estaba yendo a trabajar».
En ese momento los efectivos le preguntan sobre la documentación de los animales «les dije que no que tenía todo, que me había olvidado el RENSPA (Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios) pero que estaba todo en regla, que en el puesto estaban los cueros para que vean donde habían sido faenados los animales» aseguró el productor. Con respecto a los papeles del vehículo, presentó todo en regla: tarjeta verde, seguro y carnet «donde sale mi domicilio de Puesto El Triunfo, El Retiro, San Miguel, Lavalle» explica Jorge. El vehículo fue exhaustivamente requisado y los efectivos decidieron finalmente incautar los animales. Fuentes reservadas nos hicieron saber que «el trato no es parejo con todo el mundo, hay gente con las que la policía hace la vista gorda».
Esto ocurrió a las 6:30 de la mañana, luego fue custodiado hasta las Comisaria 63° de Costa de Araujo. En un intento por salvar su producción y demostrar que era propia, Jorge consiguió que la familia le alcanzase alguna documentación de los animales: «estando en la comisaría de Costa me acercan el padrón que lo tenía en la casa de mi mamá, el padrón de marcas y señales, y se los muestro y me dicen que no hacía falta».
Finalmente fue trasladado a la zona industrial de Villa Tulumaya, al predio del Frigorífico Municipal. En el lugar tuvo que esperar a los inspectores municipales y a los de SENASA, que llegaron casi una hora y media después. «Yo escuché que mandaron a hacer un pozo con la retro, pero no entendía, creía que los animales iban a quedar en el matadero, pero no, finalmente los tiraron al pozo y los enterraron». Así fue que echaron por tierra más de 200.000 pesos con que la familia puestera contaba para su economía: «contás con esa plata para vestir a los niños y comprar la mercadería, ¡y que nos hagan esto!» manifestó indignada Griselda Agüero, esposa de Jorge, quien con su hija cuida la majada cotidianamente.
«No sabemos bien cómo son las leyes, pero eso de tirar los animales en un pozo es una vergüenza, uno que se esfuerza tanto para tener un peso, para sacarle algo a nuestra producción, y hacernos esto, la verdad que parte el alma» se enfureció Griselda en el diálogo que pudimos tener con la familia, y continuó: «ninguna ley nos ampara, si tuviéramos que vender con alguien que tenga todos los papeles, los venderíamos al precio que ellos pongan, ni siquiera somos dueños de ponerle precio a nuestra producción, porque ellos te pagan lo que a ellos les conviene» señaló la puestera, «aparte de la angustia, te dejan sin un mango, la verdad que para nosotros es una pérdida que no tiene consuelo».
El sustento de la familia campesina
Griselda Agüero y Jorge Saccone están juntos desde hace 17 años. Tienen a una hija de 14 que los ayuda en el corral y el más chico, un varón de 6 años. Para poder complementar la economía del puesto Jorge trabaja desde hace 18 años en una conocida empresa, que tiene fábrica y finca en Costa de Araujo. Siempre fue obrero temporario. Al principio trabajaba los meses de verano, a medida que fue ganando tiempo en la empresa lo empezaron a convocar para otras tareas, pero nunca se transformó en efectivo.
«Mirá si nos hará falta que tenemos a un integrante de la familia toda la semana afuera a más de 100 kilómetros de nuestra casa» expresó Griselda respecto al trabajo de Jorge y la necesidad de generar otro ingreso porque el del puesto no alcanza. Él, cada tanto se escapa entre semana para visitar a la familia, «porque no se aguanta sin vernos» se ríe Griselda, transitando el largo (y mal) camino que los separa.
De lunes a viernes (o algunas semanas hasta el sábado) Jorge para en la casa de su madre, en Costa de Araujo, ya que cada día, a las 7:30, el colectivo de la empresa pasa a buscar a sus trabajadores para la jornada laboral. Griselda hace un año trabaja en la escuela «San Alfonso María Ligorio», la primaria de El Retiro, como celadora y cocinera «mi principal tarea es amasar, no tengo horario, voy cada vez que hace falta», nos cuenta.
La hija de la familia estudia en la escuela secundaria de San Miguel de los Sauces, y trabaja junto a su madre en el corral, cada día, de lunes a lunes, «entregando» los chivos a sus madres cada vez que vuelven de pastar, o ayudando en las pariciones y otras tareas del puesto.
El pasado lunes, Jorge fue a trabajar, como de costumbre, pero no se pudo llevar los chivos porque no tiene donde conservarlos en condiciones en Costa. Es por esto que vuelve el martes a la noche a su casa, para salir bien tempranito el miércoles y hacer la entrega a los compradores, como lo había podido acordar. Los chivos estaban «faenados en el freezer, los llevaba bien freezados, bien duros, para llegar allá y entregarlos» explica Griselda, respecto a las condiciones de traslado y la necesidad de entregar un producto de calidad de los clientes. Quien mejor que la misma familia productora sabe que su mejor propaganda, y la forma de mantener y sumar compradores, es la de entregar un producto de primera calidad.
La reglamentación inalcanzable
Lo que le pasó a la familia Saccone – Agüero no es una rareza. Es frecuente que ocurran este tipo de decomisos a familias puesteras que están tratando de comercializar su producción. Y hay infinidad de casos en los cuales los chivos no logran ser incautados y llegan a destino. Esto es algo con que, todos los sectores de la cadena, no pueden mirar a otro lado.
Para poder comercializar los chivos por la vía formal, cada familia campesina debería tener al día el RENSPA, ser monotributista, tener acceso a un vehículo habilitado por SENASA para el transporte de animales, y otro para el trasporte de productos cárnicos, además del DT-e (Documento de Tránsito Electrónico) y la inscripción como pequeño matarife productor en un registro denominado RUCA (Registro Único de Operadores de la Cadena Agroindustrial).
Con todo esto en regla, la familia podría faenar en el frigorífico municipal, con un costo de $ 250 por animal faenado, y $8 por día para conservar cada res en las cámaras de frío. El productor retira la res faenada, pudiendo además retirar sin costo los cueros. La inscripción en RUCA para la categoría pequeño matarife productor es sin costo y puede faenar hasta 250 animales por año, y si bien este registro no acarrea un desembolso económico para los productores chicos, y se puede hacer de manera online, los otros requisitos generan un gasto, en algunos casos bastante oneroso. Hoy, en Lavalle, son sólo 3 los productores que están inscriptos como pequeño matarife productor en el RUCA.
Muchas de las familias productoras no tienen acceso a la información de los trámites necesarios, y en otros casos los volúmenes de producción no son los suficientes como para que valga la pena la inversión. Y si bien existen algunas experiencias asociativas al respecto, no están tan extendidas. También existen los intermediarios que, teniendo todo en regla, no les conviene que las familias productoras accedan a la información y formalidad, para poder mantener su negocio y pagar precios más bajos.
«Lamentamos el hecho ocurrido con la familia de El Retiro por la pérdida de lo producido y más en esta época dónde se puede comercializar la producción» manifestó el veterinario Alberto Castillo, Director de Ganadería de la Municipalidad de Lavalle, en diálogo con El Despertador. La comuna es una de las instituciones que es parte de la cadena de comercialización de los chivos de Lavalle.
En ese sentido Castillo informó que «hemos tenido la oportunidad de hacer una reunión muy importante, hace un tiempo, en la Reserva Telteca con los referentes de las comunidades donde participaron la Dirección de Ganadería, el Clúster Ganadero y la Municipalidad para explicar todo el proceso de venta de la producción ganadera». El funcionario reconoció que las familias productoras demandan mayor información y articulación: «hemos concurrido, hace un par de meses, a tomar actas por denuncia de pérdidas por sequía, dónde también se informa de trámites administrativos de DT-e, marca y señal, RENSPA, y sale reiteradamente este pedido de información».
Sobre el asesoramiento para evitar los decomisos Castillo explicó que a esas instancias «concurren los productores a realizar dichos trámites ganaderos y se renueva la información para que se pueda replicar en las diferentes zonas y así no sufrir estas pérdidas e inconvenientes». Particularmente sobre lo ocurrido el veterinario municipal se lamentó: «en estas épocas de crisis hay que prestar especial atención a los pequeños productores, a la economía familiar, apelamos al sentido común de todos los actores para que el productor pueda mover su producción en forma segura para el consumidor».
Queda pendiente el debate de fondo, el que deberán abordar todos los actores de la cadena: productores y sus asociaciones, intermediarios, estado municipal, provincial y nacional, a través de sus instituciones, comercializadores y consumidores, para que un producto emblemático del secano lavallino, no termine 3 metros bajo tierra.
El chivo en el ciberespacio
A través de un medio colega, se conoció el pasado jueves la noticia aquí desarrollada. Y comenzó el debate en redes sociales. En una suerte de descargo, Griselda Agüero, una de las protagonistas de nuestra nota, publicó en su muro de Facebook algunas palabras aclaratorias acompañadas de un video que muestra como los inspectores provinciales y nacionales arrojan los 17 chivos al pozo: «es una vergüenza lo que nos toca vivir, pido empatía». Y el apoyo no se hizo esperar, con más de 400 compartidos, miles de reproducciones y casi un centenar de comentarios, la publicación recibió todo tipo muestras de solidaridad, muchas de ellas de parte de otras familias productoras.
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