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24 de marzo de 2024

Nunca más es ahora

  •   Por Carlos Almenara
           

Escribo estas líneas un poco antes de los actos previstos para el 24 de marzo. A nivel nacional y también en provincias y municipios se espera una serie de acciones conmemorativas por parte de los organismos de Derechos Humanos que congreguen gran cantidad de personas.

Sé que en Mendoza, desconozco en otras provincias, la consigna convocante es “NUNCA MÁS ES AHORA”. La frase es un gran acierto. Por supuesto, no soy exégeta ni estoy en la cabeza de quienes la propusieron, pero calza como “anillo al dedo” a los retrocesos y amenazas del presente.

Siempre vale recordar el horror de la dictadura cívico militar de 1976 a 1983. Hablamos de un gobierno ilegítimo, un golpe que puso en la presidencia y en todo el Estado personas que nunca debieron ocupar esos cargos, que los usurparon. Anularon el Poder Legislativo, intervinieron las provincias y en la Justicia… En el Poder Judicial radica una de las claves más inquietantes, los jueces siguieron siendo casi los mismos, con pocos cambios, antes y después.

Esa dictadura implementó un plan económico neoliberal de la mano de José Alfredo Martínez de Hoz que implicó la más radical transformación productiva de nuestra historia. Para mal. Destruyó la industria y transfirió ingresos de los trabajadores a una mafia empresarial con las manos ensangrentadas que son varias de las mismas corporaciones que vemos aún hoy operar. Cuando nos preguntamos el por qué de tanta pobreza, del escaso crecimiento, del subdesarrollo, siempre debemos referenciar en ese hito trágico el cambio a una tendencia negativa.

Por supuesto, para aplicar semejante plan de saqueo la dictadura apeló a una represión de niveles antes desconocidos. Desaparición de personas, torturas a niveles masivos, secuestros, robos patrimoniales, robos de bebés, censura, todo esto hecho desde el Estado.

No hubo guerra, hubo un Estado terrorista, que, confabulado, cometió crímenes contra civiles, todos inocentes, pues en ningún caso un tribunal legítimo dictaminó su culpabilidad.
La borrachera de poder llevó a la cúpula de la dictadura a usar la causa Malvinas con el fin de congraciarse con la población con un nivel de irresponsabilidad que aún hoy pagamos, y ello, sumado al visible desastre, abonó el fin de su ciclo.

Los dinosaurios dejaron el poder estatal pero continuaron en las empresas, en los medios de comunicación, en los estrados judiciales. Y desde allí condicionan hasta nuestros días los regímenes siguientes.

Con Macri y por estos días vuelve una reivindicación de esos años que debiera ser inadmisible en un estado de derecho, radicalmente ilegítima y antidemocrática.

Una de las lacras, parcialmente también herencia de la dictadura, que el movimiento democrático nunca pudo o supo remover es el alineamiento de clase y represivo contra los sectores populares de las policías.

El viernes 22 se dictó el fallo del jurado popular en el caso de “gatillo fácil” que acabó con la vida de Kevin González.

Kevin, un muchachito de una barriada popular de Malargüe, fue asesinado por una bala policial en un momento de madrugada en que estaba reunido con amigos. El fallo declaró no culpable a Nadia Verdugo, la agente policial que, está demostrado, le disparó con su arma reglamentaria. En el transcurso del juicio se vio un conjunto de policías respondiendo como cuerpo para cubrir a su agente en lugar de fiscalizar el buen comportamiento de sus miembros.

También se vio la amorosa familia de Kevin, acompañada por la APDH, buscando justicia. No la encontró.

Esta es también una postal de época de las herencias de la dictadura. Herencias represivas, herencias culturales, herencias sociales. Igualmente es una amenaza hacia el futuro.

Claro, cómo no, NUNCA MÁS ES AHORA.

 


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