Con 17 reinas y embajadoras listas para representar a sus distritos en la próxima Vendimia, el departamento se prepara para una celebración cultural que tiene una fuerza que no parece perder vigencia.

Sin embargo, en este contexto festivo, surge una notable contradicción: las representantes vendimiales han optado por no consumir vino, la bebida que simboliza la tradición y la identidad de Mendoza.

El año pasado, durante los agasajos que se les ofrecieron, las embajadoras se mantuvieron alejadas de la bebida espirituosa por antonomasia de la región, eligiendo en su lugar agua, agua gaseosa o jugo. Esta elección no es simplemente una cuestión personal; representa un cambio en la percepción social del consumo de alcohol, especialmente en eventos públicos.

La decisión de las reinas de no participar en el consumo de vino puede verse como un signo de los tiempos, reflejando una tendencia hacia hábitos diferentes de consumo y un enfoque más consciente sobre el alcohol.

En un momento en que la industria vitivinícola enfrenta una caída estrepitosa en el consumo, este fenómeno plantea importantes preguntas sobre la relación de las nuevas generaciones con el vino.

Este contexto invita a una reflexión sobre cómo la cultura del vino puede adaptarse y evolucionar. Es esencial que la industria encuentre maneras de conectar con los jóvenes, resaltando la calidad y el valor de la producción local, así como fomentando nuevas formas de disfrutar del vino que sean inclusivas y atractivas.

La Vendimia, con sus raíces profundamente arraigadas en la cultura mendocina, tiene el potencial de ser un escenario para discutir y explorar estas contradicciones. A medida que nos acercamos a la celebración, es fundamental que, como comunidad, reflexionemos sobre el futuro del vino en nuestra región y busquemos un equilibrio entre la tradición y los nuevos tiempos.