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19 de mayo de 2025

Solidaridad en medio del zonda: una crónica en primera persona sobre un accidente en Lavalle

  •   Por Fran Castro
           

El pasado sábado 18 de mayo un accidente automovilístico conmocionó y preocupó a la comunidad de Lavalle. Se trató de un choque en cadena ocurrido en la ruta 24 que involucró a seis autos y un colectivo de la empresa Prestaciones. Particularmente, yo viajaba en el colectivo hacia la ciudad de Mendoza. Cerca del mediodía ya se podía sentir como bajaba el viento zonda pronosticado para este fin de semana. Como nunca sabemos cuán fuertes serán las ráfagas hasta que no baja y llega a nuestras localidades, el sábado tenía esa sensación, un viento que no sería muy fuerte.

Cerca de las 14, el colectivo se acercaba al distrito de La Pega, cuando una nube de tierra tapó por completo la ruta obstruyendo toda visión que pudieran tener las personas que manejaban algún vehículo. A los segundos de la polvareda, el colectivo impactó fuertemente contra uno de los vehículos. Todos los pasajeros a bordo nos encontrábamos sentados por lo que nos golpeamos con los asientos de adelante y algunas personas cayeron al pasillo. Sin embargo, antes de poder incorporarnos, sentimos un impacto desde atrás, seguido de otro. En ese momento, todo se volvió desconcierto, hasta que nos empezamos a consultar si estábamos bien y si había alguna persona herida. En esos primeros segundos, ninguna persona tenía una afección mayor, salvo golpes en alguna parte de su cuerpo.  Miramos por la ventana y lo primero que vimos fue un auto subido en un montículo en la banquina. El viento y la tierra dificultaban mirar hacia afuera, hasta que por la parte delantera del colectivo pudimos observar a dos autos chocados, uno más dañado que el otro, y a varias personas entre medio de las ráfagas pidiendo ayuda. Al menos cinco personas en simultáneo se encontraban llamando al 911 para reportar el hecho y pedir auxilio.

Afuera se observaba caos y desesperación, el viento y la tierra no colaboraban en lo absoluto, varios pasajeros bajamos de la unidad para ver en qué situación estaban las personas atrapadas en los vehículos. Lo primero que recuerdo es que una enfermera que iba en el colectivo fue rápidamente al auto más afectado, yo me dirigí al auto blanco que se encontraba en la banquina, dos muchachas iban en él. Se encontraban bien, también comunicándose con el 911.

La fuerza del viento, el calor del zonda y la molestia de la tierra nos obligaba a subir y bajar constantemente del colectivo para poder respirar, buscar agua o seguir comunicándonos con nuestras familias, amigos o nuevamente con el 911.

De repente, el tránsito inundó el camino a Lavalle ya que obligadamente los vehículos disminuían la velocidad. En el auto más afectado iba una mamá y sus cuatro hijos que se encontraban golpeadas y golpeados y con sangre. Cuatro de ellos estaban conscientes, menos Benja, uno de los más pequeños que aún estaba en el auto y no respondía rápidamente a los llamados. La preocupación y la desesperación crecían a medida que pasaban los minutos. Todo pasó muy rápido pero a su vez sentía que el tiempo se hacía eterno. Así, la ambulancia que no tardó en llegar, parecía que se demoraba horas.

En esos instantes albergué todo tipo de sentimientos: adrenalina, ansiedad, preocupación, consternación y también percibí la solidaridad de la gente en los momentos difíciles. No sé si producto de la adrenalina o de la preocupación que se podía ver en esa familia afectada, al ver a los niños de esa manera, le ofrecí a la mamá acompañar a sus hijos al hospital porque realmente se sentía que la ambulancia demoraba en llegar. Le hice señas a una mujer que se dirigía en auto a Lavalle y le pregunté si nos podía llevar. Rápidamente accedió y subimos con dos de los chicos. En el camino nos cruzaron dos móviles de policías y dos ambulancias.

Llegamos al Sícoli cubiertos de tierra. Nos hicieron ingresar directamente a la guardia para examinarlos y al instante llegó su papá y luego sus abuelos. El ambiente de preocupación seguía intacto, hasta no saber el estado de salud de toda la familia.

Luego de un rato, el viento se calmó y las personas heridas fueron atendidas. Las noticias y videos se hicieron virales y los mensajes no paraban de llegar.

Lo que me queda rescatar de este suceso, es la creencia y el sentimiento de que la solidaridad, la empatía y el trabajo colectivo van a ser superiores a la indiferencia y la apatía que hoy crece más fuerte en nuestra sociedad. Nadie se salva solo, ni sola sino que en comunidad, con otras y otros que muchas veces nos tienden una mano en los momentos que más necesitamos.


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