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El diario del Oasis Norte de Mendoza

La región hace escuela

7 de octubre de 2025

¡Juventud lavallina a las urnas! entre el desinterés y la desinformación

  •   Por Juan Burba
           

Bueno, pongámonos en guardia: el domingo 26 se vota. Hay elecciones legislativas nacionales: se renovarán 127 bancas de Diputados y 24 del Senado. Todo esto sin PASO, a esta altura del campeonato ya nos dimos cuenta, creo.

Y ojo al piojo: es la primera vez que, a nivel nacional, vamos a votar con Boleta Única de Papel (BUP). Aunque en Mendoza jugamos con ventaja, ya que la estrenamos hace un par de años en las elecciones ejecutivas provinciales, y, aunque al principio muchos entraban al cuarto oscuro (que ya no es más oscuro ni privado detrás de esa suerte de biombo) más confundidos que perro en cancha de bochas, hoy ya hay cierta experiencia. Algunos dicen que el sistema es más claro (claro, si se lo explica bien) y, sobre todo, evita andar cazando la boleta en el mar de papeles de la mesa.

Eso implica que ya no entrás al cuarto oscuro con montones de boletas, sino que te dan una única boleta (que van a ser un par este año) donde marcás tu preferencia con una lapicera. A su vez en Mendoza se suma otro grado de complejidad: el gobierno provincial convocó los comicios concurrentemente (junto) con los nacionales, con el argumento de ahorrar costos y ordenar.

O sea que ese domingo 26 vamos a elegir cargos nacionales (diputados, ya que Mendoza no renueva senadores este año) y provinciales (diputados y senadores), y en 12 de los 18 departamentos también vamos a votar concejales municipales. Es el caso de Lavalle. Esa decisión depende de cada comuna. Los otros 6 departamentos (Maipú, Luján de Cuyo, Santa Rosa, La Paz, San Rafael y Rivadavia) votan concejales en febrero.

Ahora, como si no fuera suficiente lío, en Mendoza vamos a meter dos urnas en cada mesa: una para cargos nacionales y otra para provinciales y municipales. La diferenciación se da en el tipo de boleta y los colores que se eligieron para los reversos (la parte de atrás de la boleta). En el caso de la nacional tendrá un reverso celeste, mientras que el verde identificará a la boleta provincial. Y esos colores también estarán en las urnas.

Así que: una elección nacional con un nuevo formato de votación, sincronizada con lo provincial (con excepciones locales), y con novedades técnicas que muchos aún no terminan de procesar. Es un escenario propicio para el despiste. Y para colmo sin «educar al soberano»: tanto el gobierno nacional como el provincial poco y nada están explicando en medios y redes, estos detalles.

Juventudes: ¿desinterés o falta de brújula?

En Lavalle, por mis actividades docentes, periodísticas y militantes, he podido dialogar con algunas y algunos jóvenes al respecto. Muchos pibes y pibas de 16 y 17 años, sabiendo que tienen el derecho de votar, pero no la obligación, lo ven como una carga innecesaria: «es voluntario, así que no voy», te dicen, «¿para qué?, si no se ni qué se vota» retrucan otros. Esa decisión (más que mala o buena) revela algo profundo: que no ven sentido o relevancia en ese acto de elección de representantes, tan lejanos, que la palabra no encaja con lo cotidiano.

Más preocupante es el caso de juventudes que sí ya tienen la obligación. Más de una vez en las escuelas escucho respuestas desopilantes: «se vota a presidente», «los diputados están en la Casa Rosada». Ante la pregunta sobre qué es el edificio que está en Villa, entre la Terminal y la Comisaria: «creo es el OSEP», «¿que había?, sé que es algo importante» o «no se profe, ¿algo de la municipalidad?» en el caso más aproximado. Que alguien opine sobre un político que ni siquiera aparece en una boleta no es anécdota: es síntoma.

La desconexión es total. Y no es que no tengan opinión: la tienen, y fuerte. Lo que no tienen son datos. El problema es que discuten sobre la nada, o sobre lo que vieron en un meme. Las redes sociales son parte del monstruo: los chicos y chicas se comen horas de TikTok, pero si les preguntás qué hace un concejal, se quedan en blanco. El exceso de estímulos, memes fáciles, ironías sobre política, contenido superficial y entretenimiento puro, conspiran contra el espacio para pensar: «¿a quién voto y por qué?». Es más cómodo estar scrolleando que leer propuestas que el algortimo ni siquiera me ofrece. Los adultos hacemos lo nuestro cuando no son temas de conversación con ellos y ellas. Es difícil que alguien se comprometa cuando le están vendiendo todo con lente de espectáculo. Y eso mata la política como herramienta para transformar lo común.

¿Cómo (intentar) revertir esta desidia?

La verdad que no quiero que esto suene a sermón de maestro (aunque en parte lo es). Pero acepto que estoy escribiendo como un docente/adulto/militante que me cruzo en pasillos, chacras y plazas con adolescentes, y no me banco quedarme de brazos cruzados.

Creo que la educación cívica, formación ciudadana, o como le queramos llamar formal o informalmente, debe alcanzar seriamente estos temas. No basta con explicar cómo votar (que creo que poco se hace): hay que construir cultura política desde antes, desde el aula, desde clubes, desde organizaciones comunitarias. Que los jóvenes no lleguen a estas fechas como si fuera un día cualquiera. Un amigo me decía: «ya no se puede debatir ideas o política, es todo bochinche y estímulos inmediatos de las redes sociales». Lo entiendo, me cuesta, y medio que me niego. Hay que enseñar con ejemplos vivos, mostrar cómo inciden las decisiones en la vida diaria: desde la tarifa del micro que usan los pibes para ir a la escuela, hasta el agua que riega la viña del abuelo.

Además tenemos que asumir que la responsabilidad no es exclusiva de los jóvenes. Muchos adultos caen/caemos en el mismo error: opinar con entusiasmo, pero con ignorancia estructural. Si durante décadas aceptamos que «la política es para los políticos» o «todo es lo mismo», cultivamos ese terreno tóxico. El genio de la literatura y el periodismo argentino Alejandro Dolina dijo: «si usted cree que todos los políticos son iguales, el problema lo tiene usted, que no sabe diferenciarlos. Para un analfabeto todos los libros son iguales».

Por otro lado los medios, redes, espacios de comunicación local tenemos que hacernos cargo del rol de educar. Sí, es pedir mucho, pero imaginar una campaña donde no se asuma que «todo el mundo sabe», donde se explique qué es una propuesta legislativa, qué hace un diputado provincial versus uno nacional, qué pesos tiene cada poder del Estado, podría hacer la diferencia entre votar de manera emocional y votar con sentido.

Y una última cosa que me parece clave: entender que la participación electoral es sólo una parte (sustancial, si) de ejercer ciudadanía. Reclamar, armar colectivos, participar en organizaciones sociales, discutir lo que pasa en nuestros pueblos, distritos y parajes, controlar y cuestionar lo que hacen quienes nos gobiernan, todo eso es político. Si los y las jóvenes (y no tanto) creen que lo político es sólo votar o no votar, tamos mal.

Me recontra preocupa la falta de conexión entre la juventud y la política «formal», porque creo que cuando ese puente se quiebra, lo que entra es el desencanto, el resentimiento, la apatía. Y esas son enfermedades de largo plazo para la democracia.

Si esperamos que los jóvenes se enganchen en los debates políticos viendo spots de campaña (que no ven, porque están en los medios tradicionales y lejos de sus algoritmos), discursos sloganizados y memes de poca sustancia… va a costar, porque ese enganche no está construido. Hay que hacerlo con trabajo previo, con conversación de verdad, con vida pública que no los trate como espectadores, sino como protagonistas. No quiero ser injusto y debo reconocer a un puñado de jóvenes lavallinos y lavallinas que sí les interesa, que debaten política, que quieren participar o que son parte, de varios colores políticos, pero lamentablemente son pocos y pocas.

Así que sí: tengo preocupaciones. Pero también tengo el convencimiento de que, cuando alguien le pregunta a algún joven «¿vos sabés qué se vota el 26 de octubre?», y ese estudiante responde sin dudar, con sentido, hay esperanza.


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