Nuestro país participaba (hasta principios de diciembre) a través del INTA de un proyecto internacional llamado SPRINT (siglas en inglés de Transición Sostenible de Protección Vegetal). La participación de Argentina, que tenía como referente a la doctora Virginia Aparicio (INTA Balcarce, Buenos Aires), estaba dada por ser el principal país exportador de soja para alimentación animal al mercado europeo. SPRINT (que tiene continuidad hasta el 2025 en 14 países de Europa) busca identificar los residuos de los pesticidas, en ecosistemas y en humanos, y analiza el peligro de la sinergia (la combinación o mezcla) entre los plaguicidas hallados.

Desde mediados del año pasado SPRINT en Argentina tuvo una serie de trabas para su desarrollo, por parte de las autoridades del INTA. En un principio se le prohibió a Aparicio comunicar los resultados parciales y finalmente se decidió retirar a la Argentina de este proyecto que nos hubiera permitido tener una idea de cómo es la exposición de las personas y el ambiente a los agroquímicos.

Claudio De Francesco es uno de los más de 70 voluntarios y voluntarias que se prestaron para que sus cuerpos y ambientes sean estudiados y se pudiera detectar qué pesticidas están presentes. Claudio vive en Villa Laguna Brava, un pueblo rural de la provincia de Buenos Aires. Además es biólogo y profesor en la Universidad de Mar del Plata.

Tierra Campesina conversó con él, quien nos explicó detalles de SPRINT, el devenir de las censuras que sufrieron los resultados, la salida de Argentina del proyecto, y los pedidos de gran parte de los voluntarios para su continuidad.

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