El 8 de marzo Mendoza tuvo su fiesta central de la Vendimia, la expresión que anualmente concentra el mayor rito cultural de la provincia.
Los festejos se realizaron de modo habitual, un acto central y recorridos por las calles céntricas de carros que exponen reinas y productos de los 18 municipios fueron, como siempre, la mayor atracción. El presidente no participó aduciendo que monitoreaba, desde Olivos, la situación en Bahía Blanca, excusa difícil de creer. Parece, en realidad, que su ausencia responde más a cierta fobia al interior y a las multitudes.
Vale la pena mencionar, para desmentir los ataques de Milei a artistas contratados por el Estado, que hubo una enorme erogación de recursos del Estado nacional para financiar la contratación de artistas en la fiesta. También recursos provinciales, que son muy bienvenidos. Una inversión de este tipo promueve economías, identidades, oficios, trabajos, que van constituyendo aspectos fundamentales del vínculo comunitario. Digámoslo claramente, la cultura es una inversión, no un gasto.
Publicidad del Banco Nación en la Fiesta de la Vendimia
Menos difundido fue el Contracarrusel, protesta que se realizó el sábado 8 por la mañana y que reunió bastante más de diez cuadras de gente protestando por la situación de la provincia.
¿Cuál es la imagen que refleja mejor la Mendoza de 2025? ¿La pretensión gubernamental de sostener que “está todo bien” o los reclamos que parecen multiplicarse?
Por el lado del gobernador Cornejo se intentó un acting de apoyo al gobierno nacional y mensajes autocelebratorios. Es difícil encontrar las razones para el optimismo. Ya en su primer mandato el Producto Bruto Geográfico (el tamaño de la economía provincial) cayó 6%, su delfín Rodolfo Suárez consiguió un mínimo crecimiento (curiosamente –o no- es muy difícil encontrar estos datos elementales en las estadísticas oficiales). En su regreso, aunque aún no están los datos oficiales, todo indica que Cornejo volvió a derrumbar la economía mendocina. El gobernador aduce, seguramente con algo de razón, que cómo vaya la economía depende de la Nación. Más culpable, entonces. Primero porque algunas herramientas de promoción tiene la provincia, y, segundo, porque él apoyó a Macri (que destruyó la economía), enfrentó a Alberto Fernández, con quien la economía mendocina creció ¡a pesar de la pandemia!, y apoya a Milei que vuelve a derrumbar la producción.
Los manifestantes del Contracarrusel mostraron una realidad muy distinta. Contaminación con petróleo en el cauce del Río Mendoza, amenaza de instalación de explotación de cobre en Uspallata utilizando el temible xantato, prisión política de Mauricio Cornejo, estuvieron entre las preocupaciones de la nutrida concurrencia “ambientalista” por categorizarla de algún modo.
A ellos se sumaron sindicatos del sector privado y público, organismos de Derechos Humanos, organizaciones feministas, jubilados y muchos ciudadanos no encuadrados en ninguna organización.
Destacó la presencia de los muñecones del SUTE.
En cuanto a lo propiamente relativo a la producción vitivinícola, la realidad parece partida en dos. Un sector concentrado y extranjerizado que produce para exportar y está integrado a las cadenas de comercialización que compensa la pérdida de competitividad nacional con baja de costos por un lado, y los pequeños productores y trabajadores por otro. Los primeros no padecen las penurias que sí los segundos, que enfrentan el derrumbe del consumo interno, los tarifazos de luz, gas y agua y la caída del poder de compra del salario.
Llama la atención no hayamos visto en estas fechas reclamos sectoriales por dos medidas que se produjeron el último año y tienen un impacto fortísimo en la vitivinicultura: la eliminación de la lucha antigranizo y del Instituto de Desarrollo Rural. Vemos en esa ausencia un nuevo síntoma de la manipulación de los medios de comunicación social que blindan a Cornejo y falencias evidentes de los políticos dizque opositores en Mendoza.
Pero el Contracarrusel también es un síntoma, una manifestación que las cosas “no andan bien”, que cada día más gente ve lo evidente, que la pobreza aumenta, la plata no alcanza, el consumo se derrumba y los servicios estatales cada vez protegen menos al ciudadano de a pie.
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